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La Jornada

México se ha convertido en el cuarto país del mundo con mayor número de cesáreas sin indicación médica, y también donde el 35 por ciento de las mujeres ha sufrido violencia obstétrica, resultado de un “modelo médico invasivo” que tiende a sobremedicalizar los procesos y los cuerpos, en detrimento del derecho de decidir sobre ellos.

Lo anterior lo expresaron varias especialistas que participaron en el conversatorio “El parto en casa ¿un acto político?”, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en donde Hannah Borboleta, partera y directora clínica de la Casa Luna Maya, señaló que a diferencia de otros modelos, en la partería las mujeres son el centro de atención y quienes deben tomar las decisiones sobre sus alumbramientos.

Explicó que son definidas como profesionales autónomas ocupadas de atender a mujeres sanas en sus tratamientos fisiológicos: embarazos, partos, postpartos y lactancias, entre otros, lejos de procedimientos que perjudican la salud y el cuerpo de las madres.

Señaló que entre los retos que deben enfrentar estos profesionales están los traslados seguros ante alguna complicación –para lo cual tienen alianzas con ginecólogos– y la falta de acceso a certificados de nacimiento, al ser una práctica que aunque es reconocida como una profesión médica, muchas veces no se avala por los sistemas de salud.

Por su parte, la fotógrafa Greta Rico, dijo que existe una idea generalizada de que la partería es una práctica exclusiva para mujeres de comunidades aisladas o sin acceso a servicios públicos de salud, pero que en la Ciudad de México existen estas opciones, basadas en el respeto a los procesos y el derecho a tomar decisiones.

La autora de la exposición Parteras urbanas compartió experiencias y las documentó en imágenes, las cuales tomó durante casi tres años en la Casa de Partos en la Ciudad de México y la Casa Luna Maya, dedicadas a ofrecer estos servicios bajo el principio de que el acceso a la maternidad segura es un derecho humano.