Angelina Muñiz-Huberman 85 años de vida.
“Pequeños sucesos en un hotel de Cuernavaca.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Siempre se ha reconocido y valorado el enorme aporte de los exiliados españoles en la cultura mexicana, nombres de eminentes filósofos, poetas, pintores, abundan. Ramón Xirau, Federico Patán, José Gaos, José de la Colina, Vicente Rojo, y dentro de esta amplia gama de nombres egregios nos encontraremos con el de la gran narradora y ensayista Angelina Muñiz-Huberman, quien por motivos de la guerra civil española nació en Hyéres, Francia, en 1936, pero desde el año 1954 adquirió la nacionalidad mexicana y en general su vida personal, literaria y académica la ha desarrollado en este país.
Angelina Muñiz-Huberman es creadora de una amplia obra literaria principalmente en los géneros de la novela, el cuento, el ensayo y la poesía, además, en el terreno docente ha sido una respetada y admirada profesora de literatura en la UNAM, sin dejar de mencionar que ha recibido los importantes premios: “Xavier Villaurrutia, Sor Juana Inés de la Cruz y José Fuentes Mares”, en esta ocasión nos acercaremos a conocer parte de la obra cuentística de la autora leyendo y reflexionando sobre el libro: “Trotsky en Coyoacán”, obra compuesta por diez cuentos y publicada por la Colección Biblioteca del ISSSTE en el año 2000.
Todos los cuentos son pequeños, comprensibles, muy sensibles, algunas historias son nostálgicas, existen temas y episodios recurrentes como la guerra civil española, la vida y travesías de los exiliados, la soledad, el hambre, la muerte, el amor, de hecho el índice se divide en tres apartados:“Nostalgias, Profecías e Ironías”, apartados que nos indican la temática que se abordarán en las historias narradas y aunque realmente todos los cuentos me atraparon me quedaré con la sección de “Nostalgias” y particularmente con el cuento: “Pequeños sucesos en un hotel de Cuernavaca”, porque sus reflexiones son profundas, exquisitas, vayamos a él.
El cuento está narrado en primera persona, el nombre de la protagonista que nos cuenta la historia nunca aparece pero estamos ante una joven de veinticuatro años de edad, ella vive en la ciudad de México, ha estado enferma y decide ir a recuperarse pasando unos días hospedada en un hotel de Cuernavaca, la joven se llevó algunos libros para leer entre ellos: “El Príncipe idiota y los Hermanos Karamazov” de Dostoievski, se percibe a una mujer tranquila, tiene la intensión de curarse, no obstante, anda un poco desilusionada de la vida sin grandes motivaciones y aspiraciones, un dato importante a saber es que ella de niña llegó exiliada a México producto de la guerra civil española y en una parte del cuento realiza las siguientes reflexiones:
“La idea de que vivimos de paso es constante. De que la muerte nos acecha. Por más años que hayan corrido desde nuestra llegada en 1939 y por distintas que sean las edades entre nosotros, seguimos pensando en un hipotético retorno a España. Y no nos curamos.”
El gran descubrimiento que realizó en estos días de reflexión consiste en saber que cada persona tenemos dos vidas, la vida que invariablemente llevamos, la exterior, la del trabajo, reuniones, pagos, compromisos, apariencias, y la vida que la joven llama “Subterránea”, es decir, la vida del pensamiento, meditaciones, soliloquios, certezas mentales, dudas, y esta segunda vida normalmente la evadimos, la negamos, y para la protagonista aquí se crean muchos conflictos que no resolvemos porque no los enfrentamos o no sabemos cómo hacerlo:
“Hay unos claros peldaños que descienden hacia aguas profundas que transparentan nuestras emociones. Que reconocemos las mismas: en el otro y en uno: y que provocan las caídas de las mascaras. Una identidad que no necesita ser explicada. Un sobrentendido. Es ésa nuestra vida real. Mientras la otra, la del extraño medio que nos rodea es difícil y aún no la comprendemos. Como si fuera una vida que no nos perteneciera. Otra vida. Otra.”
Comprender la vida interna, la subterránea, es comprendernos a nosotros, hacerlo no es fácil, porque implica sino resolver por lo menos enfrentar y buscar una salida personal a problemas inherentes al hombre, ejemplo: en el transcurrir de los días si somos atentos a nuestros pensamientos, pueden venir un sinfín de planteamientos, temores, angustias, dudas, deseos, ilusiones, las sensaciones pueden variar según las circunstancias personales, edad, educación, etc. Pero inevitablemente nos cuestionaremos sobre el sentido de la vida, a veces las meditaciones pueden ser largas, profundas, claras, y en otras dependiendo de nuestro ejercicio y esfuerzo mental serán cavilaciones cortas, oscuras, de la forma que sean, las preguntas centrales podrían ser: ¿Cómo enfrentamos estas sensaciones? ¿Cómo responderíamos al sentido o sinsentido de la vida? Alguien podría cuestionarme: ¿No te estarás complicando la vida innecesariamente? Afirmando que de por sí la vida ya tiene sus complicaciones.
La mayoría de las personas equilibradas, con esto me refiero a personas que han comprendido que la vida se vive mejor con tranquilidad, orden, paz, que el tiempo que se vive es corto y pasa muy rápido, que no se está en contra de la prosperidad, pero que vale más una vida modesta, digna, que una vida en la opulencia acompañada de temores, angustias, demasiado estrés, rapidez, que debemos aprender a robarle tiempo al tiempo porque éste es inmisericorde y pronto se llevará a nuestros padres, amigos, y por supuesto que a nosotros mismos.
Esas personas referidas han logrado el equilibrio mencionado porque sin importar rango, posición, las altas y bajas de la vida, han sido personas que con defectos y virtudes aprendieron a estar bien consigo mismas, es decir, tuvieron y tienen el valor de pensar, meditar, cuestionar, y con esto corregir, continuar, detenerse y volver a reiniciar, y aunque hay respuestas humanamente inalcanzables, con el sólo hecho de pensarlas mínimo el entendimiento nos enseñará y aclarará el camino que debemos seguir, así que después de todo lo ponderado respondería a las interrogantes de la siguiente manera:
¿Cómo enfrentamos estas sensaciones? Con tranquilidad, poniendo en orden mis ideas, mis temores, mis sensaciones, teniendo muy claro que la tranquilidad, la paz, son valores humanamente alcanzables, y si es necesario busco en la otredad una opinión, una idea, la otredad puede ser un amigo o un gran libro, lo que debe quedar claro es que no hay que vivir evitando esos pensamientos, al contrario, cuando enfrentemos y resolvamos nuestros principales temores la propia vida se tornará más ligera, más llevadera, podremos decir te amo con seguridad y entrega porque ya habremos aprendido que el tiempo es corto, limitado, como cantó Juan Gabriel:
“Abrázame que el tiempo pasa y él nunca perdona
Ha hecho estragos en mi gente como en mi persona
Abrázame que el tiempo es malo y muy cruel amigo
Abrázame que el tiempo es oro si tú estás conmigo
Abrázame fuerte, muy fuerte, más fuerte que nunca.”
¿Cómo respondería al sentido o sinsentido de la vida? En el “Abrázame fuerte” de la anterior estrofa está la respuesta, sin la vida no podríamos amar, besar, abrazar, leer, fantasear, soñar, brincar, correr, oler, suspirar, sentir, transmitir, en fin, amar, amar. Y si alguien piensa que esto es complicarse la vida, que bella complicación es pensar y actuar. ¿Qué otra cosa podemos hacer?
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