«En el caso de Jaime Rodríguez «El Bronco», la silla, el caballo, las abanderadas, el discurso, dibujan a esos líderes amantes del aplauso popular, impulsados a complacer al graderío, más que a tomar las decisiones difíciles y con frecuencia impopulares. Ser gobernante, dejar de ser candidato, implica abandonar el concurso que ya ganó, para convertirse en un funcionario «ejemplar». Esa es la expectativa que Don Jaime ha creado no sólo en Nuevo León sino en el país. Ya no se desea como gobernante al ranchero irreverente, no al piporro de sombrero y el chaleco como una imagen distorsionada de la autenticidad y la tradición mexicana. Hacen falta profesionales, que entreguen buenos resultados a la ciudadanía. El futuro se construye sobre los hechos del presente»: Lo comenta Leonardo Kouchenko en «El Financiero».