Crispación y sombrerazos entre aspirantes al Gobierno Bianual.

Uno de los momentos más críticos en la vida de los partidos políticos es el de la designación de candidatos. Las historias sobre las crisis partidistas por estos procesos son de sobra conocidas.

Y Veracruz no es la excepción cuando en las circunstancias actuales presenta un entorno político sumamente enrarecido por la lucha entre los aspirantes a la gubernatura, principalmente dentro del partido en el poder, el Revolucionario Institucional, debido a que en las últimas semanas la oposición de la ortodoxia política y la incomodidad que genera la falta de oficio político del grupo a cargo del Ejecutivo estatal, ha provocado oleadas de resistencia.

Ante la crispación por la división de bandos políticos dentro del PRI y el preocupante nivel de descomposición social y económico de la entidad veracruzana, se sabe que dicho escenario, tiene preocupados no sólo al presidente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sino al mismo presidente Enrique Peña Nieto.

Y es que el proceso electoral de 2016, año en que 12 gubernaturas se pondrán en juego. Nueve de ellas las gobierna el PRI y Veracruz es la más importante por su numeroso padrón electoral. Es la tercera entidad en rango de lista nominal. Tiene el 6.6% del electorado, igual que Jalisco, y sólo detrás del estado de México y el Distrito Federal.

Por ello la importancia para el PRI de mantener por otros 2 años su hegemonía en el estado, pues al término del gobierno bianual, en 2018 habrá elecciones concurrentes, es decir, la federal de 2018 (donde se elegirán Presidente de la República, Senadores y Diputados Federales) y la elección de Gobernador Constitucional por un periodo de seis años.

El amable lector podría pensar que Veracruz es el estado apacible que muchos recuerdan en el que el partido tradicional en el poder, (el PRI), llegaría a la definición de su candidato a Gobernador para 2016 sin marcadas fracturas, merced a dos situaciones coincidentes, en las que el tricolor detenta la Presidencia de la República y eso le permite contar con una línea que sus militantes deberían (en teoría) acatar con disciplina.

Empero, se movió con mucha anticipación el avispero político y en un año preelectoral la situación política dentro del PRI se salió de control, y no se dejaron esperar las voces de los priístas inconformes con el manejo de la sucesión gubernamental a cargo del primer priísta de la entidad, el Gobernador Javier Duarte de Ochoa, lo que de plano hace que “la cosa pinte mal”, pues el mandatario estatal ha perdido el apoyo hasta de sus correligionarios y se vio obligado a imponer en el Comité Directivo Estatal para el manejo de la sucesión gubernamental a Alberto Silva Ramos como nuevo presidente del PRI en Veracruz, muy cercano al gobernador, quien ante el dirigente nacional tricolor, Manlio Fabio Beltrones, afirmó que “no vetará de la candidatura a los Senadores José Yunes Zorrilla, ni a Héctor Yunes Landa, siempre y cuando respeten al Gobernador Javier Duarte”.

El dirigente nacional priísta por cierto, dijo en un galimatías de palabras (al término de la Sesión del Consejo Político Estatal en el que fue ungido Silva Ramos) que “no habrá ‘sana’ distancia con el gobernador Duarte, porque “no es sana”.

Sin embargo, veracruzanos que tienen cercanía con Manlio Fabio Beltrones -por los lazos de amistad que el sonorense mantuvo siempre con el exgobernador Fernando Gutierrez Barrios, de quien fuera cercano colaborador-, afirman que la principal preocupación en el bunker priísta de Insurgentes Norte en el Distrito Federal, es la principal realidad en el panorama electoral de Veracruz, que es sin duda los reclamos por la corrupción galopante que comenzaron a manchar las aspiraciones políticas de los priístas encartados para la sucesión gubernamental, marcada por la deuda pública estatal, principal entuerto del Gobernador saliente.

En ese sentido, los senadores Hector Yunes Landa y José Yunes Zorrilla se deslindaron del gobernador, lo que desató que en la toma de protesta del nuevo dirigente estatal de la CNC, el Gobernador Duarte de Ochoa le regalara a Héctor Yunes una caña de pescar para que pueda buscar a los “peces gordos” que habitan en el estero de Boca del Río, parientes panistas del priísta oriundo de Soledad de Doblado, quien por cierto, es muy cercano al dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, su aliado político durante varias décadas.

Por su parte el Senador José Francisco Yunes, cercano al Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, también ha mantenido su distancia con Javier Duarte. Y es que el peroteño ha cuestionado al gobernador sus gastos de operación que exceden por cerca de 800 millones de pesos mensuales y junto con su homólogo panista, Fernando Yunes, y el padre de éste último, el diputado federal, Miguel Ángel Yunes Linares, han elevado su voz para que la Auditoría Superior de la Federación y la PGR investiguen qué pasa con las finanzas de Veracruz.

Y por otra parte, el ex gobernador Fidel Herrera Beltran y el Gobernador Duarte, (con una caballada más flaca) empujan para dejar a un candidato de los “de su cuadra” que de paso, les ayude a limpiar el desorden administrativo y financiero que desemboca desde la época en que el ahora cónsul de carrera en Barcelona, indexó a las finanzas gubernamentales, y los pasivos que heredará el cordobés Duarte de Ochoa al próximo gobierno bianual.

Lo antes descrito, se refleja en los problemas de liquidez que el gobierno ha tenido para cumplir con el pago de adeudos a acreedores, a saber empresarios, proveedores, a los pensionados, al magisterio veracruzano, a la Universidad Veracruzana, y que impacta en la ausencia de obra pública, la falta de medicamento en los hospitales, y el pago de obligaciones como becas a los jóvenes que por su aprovechamiento académico gozan de dicha prestación.

Esta situación (de falta de solvencia económica por parte del gobierno del Estado) se viene replicando desde hace por lo menos, de unos cuatro años a la fecha, lo que ha transformado a la sociedad veracruzana en agraviada e incrédula, convirtiéndose en uno de los principales factores de hartazgo de los veracruzanos y en el rechazo a las prácticas de corrupción e impunidad de los funcionarios estatales. Pues a decir de la mayoría de los veracruzanos “todos los políticos son lo mismo” y por ende los partidos políticos.

Pero principalmente los electores relacionan la corrupción con el gobierno en funciones emanado del PRI, y lo asocian a la falta de credibilidad en las élites políticas, únicas beneficiadas de este gobierno y que predominan en los grupos de control político dentro del tricolor veracruzano, lo que por añadidura, conlleva al desafecto de los ciudadanos al “llamado de las urnas”, pero quizá por el hartazgo generalizado se esperaría que cuando se encuentra en juego la gubernatura, la afluencia a las urnas se incrementará significativamente.

Ese será uno de los mayores desafíos del nuevo órgano electoral local (OPLE) quien de manera conjunta con el INE deberá organizar de forma imparcial el proceso electoral y de cuidar que el resultado sea lo más limpio y transparente posible, y además incentivar a los ciudadanos veracruzanos para que acudan a las urnas en junio de 2016.

En el proceso actual de renovación de la gubernatura, el principal elector del proceso interno priísta, el presidente Enrique Peña Nieto se encuentra ante una disyuntiva: nombrar de candidato a alguien allegado a su círculo cercano, o a quien determine el Gobernador Javier Duarte de Ochoa, esto último, generaría una grave exclusión por ser el grupo predominante en el poder durante casi doce años.

Aquí la pregunta es, empero, el centro federal seguirá siendo el fiel de la balanza o recaerá en el mandatario estatal como para responsabilizarlo de sacar avante la elección y evitar lo que ocurrió en Colima, donde el mandatario electo (ajeno al grupo político del actual gobernador y cercano al Secretario de Hacienda Luis Videgaray) recientemente le fuera revocado su triunfo por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, por lo que los partidos y sus candidatos de esa entidad del pacífico mexicano irán a las urnas nuevamente en 2016.

Finalmente, el Gobernador Duarte de Ochoa, de contar con la venia presidencial, tendrá que decidir si apuesta a imponer un candidato solitario, con el exclusivo apoyo de los suyos, convirtiendo al PRI en una extensión del “Maximato” con una coalición Fiel-próspera, imponiendo al candidato a gobernador como ya lo hizo en la dirigencia de su partido, o transige y cede la candidatura a Gobernador del Estado por un periodo de 2 años, a “la oposición interna tricolor”, caracterizada en los dos Senadores priístas, o en un tercero en discordia que pudiera emanar del grupo de “los alemanistas”, como ha trascendido, o de plano se carga con uno de los que pretenden convertirse en candidato independiente como lo es el ex Secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón.

En ese contexto, encerrarse en su grupo íntimo y que éste sea el receptáculo de las críticas ciudadanas, podría dejar al Cordobés sin credibilidad en el proceso de sucesión priísta en 2016.

Como afirmara Daniel Cosío Villegas: “en el estilo personal de gobernar, se determina en gran medida el destino del país, de las entidades o de los municipios”. Ya veremos cómo se desata esta complicada trama de designación de los priístas por su candidato a la gubernatura y su respectivo resultado en las urnas en 2016.

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