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Crónica del Poder

 

 

El Discurso Apostólico.  En este día, 14 de junio de 2020, celebramos el Domingo 11 del Tiempo Ordinario, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (9, 36-10, 8) el cual presenta la compasión de Jesús ante las multitudes extenuadas y desamparadas que parecían ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Jesús llama a sus Doce Apóstoles y les da poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Mateo menciona la lista de los Doce Apóstoles: Simón Pedro y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. El número doce es simbólico porque resulta de la multiplicación del número perfecto, que es el tres, por el número cuatro de los puntos cardinales que indican universalidad.

 

La misión de los Apóstoles. Jesús envía a los Doce con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos.  Busquen a las ovejas perdidas de la casa de Israel, proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de Dios, curen a los leprosos y demás enfermos, resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Este poder se les da gratuitamente para que lo ejerzan también gratuitamente”. Después de su Resurrección, Jesús vuelve a enviar a sus Apóstoles a la misión de anunciar el Reino de Dios, ahora a todas las naciones, para bautizarlos y enseñarles todo lo que él mismo les ha enseñado. Ahí les promete que estará con ellos todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28, 16-20). La palabra Apóstol significa enviado. Jesús, el Enviado del Padre, llamó consigo a doce de entre sus discípulos, y los constituyó como Apóstoles suyos, convirtiéndolos en testigos escogidos de su Resurrección y en fundamentos de su Iglesia. Jesús les dio el mandato de continuar su misión, al decirles: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20, 21).

 

La Iglesia es Apostólica. En el Credo, Símbolo de la fe, confesamos que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión que proceden de Cristo a través del Espíritu Santo. La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles en un triple sentido. Por su origen, fue y permanece edificada sobre el fundamento de los apóstoles (Ef. 2, 20), testigos escogidos y enviados por el mismo Cristo (Cf. Mt 28, 16-20). Por su magisterio, ya que guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (Cf. Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles (Cf. 2Tim 1, 13-14). Por su estructura, ya que sigue siendo instruida, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la segunda venida de Cristo, gracias a sus sucesores, los Obispos, en comunión con el sucesor de Pedro que es el Papa. La sucesión apostólica es la transmisión, mediante el sacramento del Orden, de la misión y la potestad de los Apóstoles a sus sucesores, los Obispos. Gracias a esta transmisión, la Iglesia se mantiene en comunión de fe y de vida con su origen, mientras a lo largo de los siglos ordena todo su apostolado a la difusión del Reino de Cristo sobre la tierra.

 

Vocación al apostolado. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es enviada al mundo entero. Todos los miembros de la Iglesia, de diferentes maneras, tienen parte en este envío. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. La fecundidad del apostolado tanto en los laicos como en los ministros ordenados depende de su unión vital con Cristo. Según las vocaciones y los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma diversas formas, pero es siempre la caridad, recibida sobre todo en la Eucaristía, el alma de todo apostolado.

 

+Hipólito Reyes Larios

Arzobispo de Xalapa

Foto de Elsbeth Lenz