Estaba desesperado el humilde campesino; nada le salía bien y necesitaba urgentemente de algún dinero para llevar alimento a su familia. Había buscado afanosamente algún empleo sin conseguirlo. Entonces un amigo le obsequió un amuleto de la buena suerte, pero para activarlo debería hacer memoria de las cosas malas que hubiera hecho en su vida para repudiarlas.

“Pero si yo he sido un indio güeno y no le hago mal a naiden”. Pues algo malo debes de haber hecho alguna vez en tu vida y tienes que recordarlo, le insistió su amigo.

Tras mucho reflexionar finalmente su rostro se iluminó y dijo: “ya recordé, ya recordé algo muy malo que hice: voté por Echeverría”. “Pero yo no juí el único tarugo”. Aplausos.

Acaba de pasar un evento que atrapó la atención internacional y particularmente a los mexicanos que ansiosos de algo que celebrar hacían “chongüitos” para que Iñárritu fuera galardonado con un Oscar. Finalmente recibió tres estatuillas, lo que le permitió decir un breve discurso en cada una de las premiaciones. Y fue la última, la que cerró con una dedicatoria a los mexicanos, la que echó a perder la llamada telefónica que ya tenía preparada para la felicitación oficial el presidente de la república.

Sacudió las conciencias y derribó los argumentos de quienes elogian todo lo que en 26 meses ha ocurrido y ha dejado de ocurrir en las políticas públicas de nuestro país. Puso en entredicho la intención absurda de que los mexicanos aceptemos como los más grandes logros en la historia de la humanidad las 11 reformas estructurales conseguidas, las cuales llegaron saturadas de enormes expectativas, mismas que cada vez son menores y que amenazan con extinguirse en muy poco tiempo.

Qué quiso decir cuando habló de lograr el país que merecemos?; millones lo entendimos de inmediato y respondimos de forma espontánea cual si hubiera caído un gol a favor de la selección nacional de futbol. Otros lo trataron de minimizar y hasta deben haber intentado desviar el sentido de esa expresión hacia otro punto; pero el palo ya estaba dado y había sonado hueco en el cráneo de un sistema político que no le atina ni a la piñata quietecita y sin vendaje en los ojos.

Pasó el efecto del trancazo y todo el pueblo esperaba que hubiera alguna reacción que enmendara la plana; pero no, nada sucedió. El sistema del partido gobernante en la versión revisada, corregida y aumentada continuó en su línea previamente trazada hacia el “nuevo rumbo”; hacia el rumbo que merecemos.

Y para asegurarse de que el resultado sea justamente “lo que merecemos”, colocan a la misma gente que nos ha llevado a ese punto, en lugares estratégicos para el próximo proceso electoral; y para poner más divertido el asunto, en una clara demostración de que hoy el país es una gran telenovela, tendremos telediputados por la vía plurinominal, garantizando que el próximo congreso federal será un verdadero set de televisión.

Si con líderes sindicales, campesinos y obreros que hoy están en el encargo de legisladores, además de los muchos políticos que no tienen ni idea de la tarea fundamental de los diputados y senadores; que sin el mínimo respeto hacia los electores que los llevaron al cargo y en total sometimiento a sus partidos han llevado el país a ésta situación de quiebra técnica; qué suponen que se logrará con una tele bancada, junior bancada y dino bancada; con legisladores pirruris que en su vida han pisado una colonia y que piensan que “el hambre” sólo es el nombre de un programa del gobierno federal.

No creo que debamos esperarnos a estar en situación de crisis alimentaria y que en desesperación aceptemos un amuleto para cambiar nuestra suerte; con la única ventaja de que la memoria esté fresca para recordar vívidamente el gran error de lo más malo que habremos hecho en nuestra vida: “haber votado por Echeverría” en su versión moderna. Ese es mi pienso.