No hay año en el que no se monte una expedición en busca de la Atlántida, la isla continente que, según Platón (429-347 a.C.), se hundió en el océano después de que sus habitantes intentaran conquistar el Mediterráneo hace 11.000 años y fueran derrotados por los atenienses. Desde que el filósofo griego la citara en sus diálogos Timeo y Critias, se han publicado miles de libros que la localizan en mitad del Atlántico, en Canarias, en la Antártida, en Los Andes… y la han poblado de extraterrestres, mayas, tibetanos, vascos… Pero ¿tiene sentido buscar esa isla más grande que Asia Menor y el Norte de África juntos?
La existencia de la Atlántida choca con insalvables problemas geológicos e históricos. En un rompecabezas de 100 piezas no puede encajar una más. Sin embargo, eso es lo que intentan hacer los atlantólogos desde que Ignatius Donnelly, el primero de ellos, sentó a finales del siglo XIX las bases de la creencia en ese continente. Donnelly sostenía que en la Atlántida, situada en medio del Atlántico, nació la civilización y que, cuando se hundió, los supervivientes transmitieron sus avanzados conocimientos a otras culturas.
La corteza de nuestro planeta es, sin embargo, una especie de rompecabezas cuyas piezas, las placas tectónicas, se mueven unos milímetros al año: crecen, se sumergen una debajo de otra, chocan. Los continentes se desplazan y Europa se aleja de América; pero las tierras emergidas son las mismas que han existido siempre. No hay ningún hueco en el que meter en un pasado remoto a la Atlántida. Además, hace 11.000 años no había ciudades: Atenas, a cuyos habitantes atribuye el filósofo la derrota de los atlantes, no existía; sólo había grupos de cazadores-recolectores.
Moralejas
Los historiadores lo consideran un invento de Platón para componer un relato con fines moralizantes. No en vano los malvados atlantes son castigados por Zeus mientras que los atenienses se convierten en salvadores de la Humanidad. Es posible, no obstante, que Platón insertara en la historia elementos de la vida real, como que la estructura anillada de la Atlántida sea un reflejo de asentamientos tartésicos; que su hundimiento sea una réplica del de Helike, la ciudad del Peloponeso que se hundió en una laguna después de un terremoto en tiempos del filósofo, o como la erupción volcánica que semihundió a la isla de Tera, ahora Santorini; y que el conflicto sea una reedición de la Primera Guerra Médica, en la que los atenienses rechazaron a los persas en la batalla de Maratón como en la obra de Platón hacen con los atlantes.