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EFE

La noticia de que un adolescente canadiense descubrió una ciudad maya en la selva de Yucatán desde su casa se extendió rápidamente en los medios de ese país, pero desde México los expertos respondieron hoy con cautela y señalaron que no pueden avalar dicho hallazgo.

Según estas informaciones, William Gadoury, de 15 años, dio con la ciudad mientras revisaba imágenes de satélite desde su computadora.

No obstante, una fuente del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dijo a Efe que no pueden “avalar la existencia de esta ciudad, ni la información presentada de este niño”.

Añadió que “todos los días se registra una nueva zona arqueológica, nuevos sitios que no están abiertos al público”.

Desde el INAH reconocen que ni siquiera se está “tomando en cuenta” el presunto hallazgo, ya que este “no tiene fundamento científico”.

El coordinador nacional de Arqueología del Instituto, Pedro Francisco Sánchez, destacó que la teoría del canadiense carece de seriedad, ya que no se sabe qué escala está empleando para que coincidan las constelaciones con los asentamientos.

El adolescente empezó a estudiar imágenes de satélite proporcionadas por la Agencia Espacial Canadiense (CSA, por su sigla en inglés) hasta que descubrió lo que parecían estructuras humanas en la selva de Yucatán, en el sureste de México.

Gadoury, un apasionado por la civilización maya, se dio cuenta de que la situación de estrellas en distintas constelaciones correspondía con el emplazamiento de 117 conocidas ciudades mayas.

Y percibió que, en el caso de una constelación de tres estrellas, sólo dos astros se correspondían con otras tantas ciudades, por lo que empezó a investigar si la tercera podía ser una urbe todavía no descubierta por los científicos.

El presidente de la Sociedad Astronómica de México y académico del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alejandro Farah, comentó a Efe que, efectivamente, los mayas fueron una civilización con un profundo conocimiento astronómico y matemático.

Por tanto, desarrollaron un “modo de vida” que giraba alrededor del día y la noche, y también en torno al resto de estrellas y los planetas que alcanzaban a ver a simple vista.

Todas sus ciudades fueron construidas “no nada más por capricho humano, sino que estaban en contacto con la naturaleza, tanto en la tierra como en el cielo”, explicó el académico.

Aunque muchas veces el emplazamiento de las ciudades coincidan con las constelaciones, este no es un factor “tan sencillo de ver”, ya que depende mucho de la ubicación particular dentro de la misma urbe y de las referencias que los propios mayas construían, aseguró.

Sobre todo, subrayó Farah, se basaban “en el ciclo del año para definir las orientaciones de los edificios y las dimensiones de las ciudades”.

Algunos medios atribuyeron al canadiense el descubrimiento de la relación entre las constelaciones y las ciudades mayas. Pero eso, bromeó el académico, “es como decir que descubrieron el agua caliente”, ya que la arqueoastronomía es un campo sobre el cual se han realizado extensivos estudios.

El adolescente también se tomó la libertad de bautizar a la ciudad que localizó como K’ÀAK’ CHI’, que significa “Boca de fuego” en lengua maya.