Las cifras fluctúan según las fuentes que se consulten, pero se calcula que 75.000 personas fueron arrestadas por intentar escapar desde el 1961 –cuando se construyó este oscuro símbolo del «telón de acero»–, en plena Guerra Fría, hasta 1989, año en el que se derriba el muro de cemento que mantenía dividida la ciudad de Berlín; 200 personas resultaron heridas de bala y cerca de 250 fueron asesinadas por pretender traspasar esa frontera de cemento de Alemania del Este.
Además, miles de ciudadanos fueron juzgados por ayudar a otros en su huida. Sin embargo, muchos lo consiguieron: más de 40.000 personas lograron traspasar el Muro de Berlín.
En los últimos años, la cifra se disparó; en el verano de 1989 se produjo el mayor éxodo de alemanes orientales, muchos de los cuales huían aprovechando las vacaciones estivales. Desde Hungría –vía Austria– lograban salir.
Los berlineses agudizaron su ingenio para intentar la fuga: un hombre cruzó el Báltico con un minisubmarino y consiguió llegar a Dinamarca; un vehículo Isseta fue empleado 18 veces para transportar a fugitivos, que se escondían en el hueco de la calefacción y de la batería; un coche consiguió pasar por debajo de la barra fronteriza gracias a su pequeño tamaño; una familia utilizó un cable tendido sobre el Muro para deslizarse, y otros huyeron en un globo aerostático.
Una cadena de televisión estadounidense financió, a cambio de la exclusiva, la espectacular fuga de 29 personas bajo tierra.
Otro caso significativo fue el de Klaus Brüske, que, herido por una bala, aguantó al volante de su furgoneta hasta llegar al otro lado para poder salvar a sus compañeros.
La última víctima fue Chris Geoffrey, que murió nueve meses antes del derribo del Muro en 1989.