Reúna al afamado ilustrador francés Benjamin Lacombe (París, 1982) y a la artista mexicana más famosa en el mundo; seguramente obtendrá como resultado el éxito. Frida es la nueva apuesta de Edelvives para México en la que Lacombe y su compatriota Sébastien Perez dan rienda suelta a su interpretación de la obra pictórica de Kahlo y sus escritos. Un libro ilustrado que sus autores resguardan fuera de la fridomanía que existe en el planeta..
No, no estamos en la fridomanía. Lo que hicimos no es un producto derivado. Algo que le explicamos a las dos fundaciones que velan por los derechos de Frida (porque existen dos y hay que decirlo: Frida hoy es una empresa comercial) es que no queríamos estar en esa idea, porque es muy opuesta a la idea misma de Frida y de su ideología; no estamos en la fridomanía sino todo lo contrario”, defiende Lacombe en entrevista.
Junto a Perez, el dibujante está en México promoviendo el ejemplar que aparece con todo el estilo de los libros ilustrados del sello español: pastas duras forradas de tela grabada, impecable impresión y páginas recortadas al estilo del papel picado mexicano que se intercalan unas con otras para ir conformando diferentes niveles de apreciación de las ilustraciones con que Lacombe ha interpretado la vida y obra de Frida Kahlo.
Es la interpretación de un artista sobre un artista”, dice. Los autores partieron de la idea de trabajar alrededor de la obra y la herencia artística de Frida: “para nosotros, Frida no es un diseño, el objeto que va a ser un souvenir; lo que hicimos fue adentrarnos literalmente en el trabajo de Frida a través del papel picado, que simboliza de manera gráfica cómo Frida tuvo un cuerpo que le cortaron mil veces para aliviarla del dolor que tenía. Finalmente entras en ese papel picado y entras en su cuerpo que es una prisión, pero ella misma hace resurgir todo un universo que expresa en su obra”, explica Lacombe.
Primero, los franceses identificaron nueve temas para comenzar a trabajar: el accidente, la medicina, la tierra, la fauna, el amor, la muerte, la maternidad, la columna rota y la posteridad. Han sido nueve, porque se basaron en los elementos (flechas, árboles, cornamenta y ramas) que se repiten ese número de veces en la pintura El venado herido, que Kahlo pintó en 1946. Después, las imágenes empezaron a ser creadas a partir de las propias pinturas de la artista y de elementos comúnmente asociados a lo mexicano, pero cuidando de no hacer copias fieles del original.
Los dos afirman que para emprender el trabajo debieron adentrarse a conocer no sólo la obra de la artista sino también su intimidad. Por momentos, sin embargo, parece que su mirada se ha quedado centrada únicamente en el personaje y han olvidado el contexto histórico y artístico que vivió. Para Lacombe, por ejemplo, Frida logró sobreponerse a la avasalladora presencia de Diego Rivera y hoy la gente se identifica más con su obra que con la del muralista, a la que considera de otra época.
Es impresionante y hasta loco ver de qué manera Frida llama la atención, eso demuestra lo viva que está todavía. En su época, cuando vivía, siempre estaba a la sombra de Diego, y Diego era el pintor famoso y reconocido; Frida sí se conocía, pero se conocía aún más porque era un personaje y por cómo se vestía y no tanto por su obra en sí misma. Hoy en día vemos que la proyección de Frida es mucho mayor a la proyección de la obra de Diego; en Francia casi nadie conoce a Diego mientras que todos o mucha gente conoce a Frida”.
La misma obra de ambos lo explica: la obra de Diego es una obra comprometida, de su tiempo, que hace mucha referencia al idealismo del comunismo de esa época, según se interpretaba el comunismo entonces y hoy vemos las malas interpretaciones que le dieron algunas personas; pierde entonces fuerza y alcance, porque no es una obra de época y no es una obra con la que nos podamos identificar. Al contrario, con Frida vemos que es una obra más íntima, más personal, que habla de su dolor, pero es mucho más universal por ende y por eso es más fácil que sobresalga allende las fronteras del tiempo. Es mucho más fácil que la gente se pueda identificar con el trabajo y la obra de Frida hoy por esas razones”, considera Lacombe.
¿Cuál cree que es el primer motivo para acercarse a Frida, su vida dolorida o su obra? “Es difícil saberlo, pero lo que sí puedo decir es que el primer encuentro con Frida es su pintura, su obra que se materializa y se vuelve postal, bolsa, motivo de un souvenir; es decir que el primer contacto de un individuo con Frida es su grafismo, algo que se puede apreciar fácilmente, pero sólo una parte del público es la que se acerca a la persona, a lo que es Frida en sí misma y después se vuelven fanáticos de ella porque es una mujer libre y gracias a esa libertad se vuelve icono”.
Lacombe ha acentuado los rasgos estéticos de la pintora hasta dejar una Frida como de historieta, ha agrandado sus ojos, poblado aún más sus cejas y recalcado el filo de su rostro.
Siempre le rodean flores, animales, huipiles o catrinas, es claro que ha querido resaltar su mexicanidad. Sébastien, por su parte, ha compuesto breves textos que ensalzan el tono sensible que tienen los escritos de Frida: “Empecé a prepararme para escribir los textos leyendo la correspondencia que ella mantuvo con sus amigos, con Diego, con el médico, para entenderla; su intimidad, su problemática, lo que ella vivía”.
El libro de Lacombe y Perez acaba recalcando ese rasgo de Frida que tanto maravilla fuera de México: el dolor. “Cuando empecé a hacer mis estudios de arte descubrí a qué nivel la vida y la obra de Frida están vinculados, y también entendí que su obra es una expresión del dolor, aunque también del universo que ella tenía. Ahí fue cuando comencé a conocer más su pintura y me volví su fan”, agrega el dibujante.