Según él, una traducción más plausible es el hueso peneano o báculo (del latín baculum), un hueso que encontramos en el pene de la mayoría de los mamíferos, excepto en el ser humano, y con el que pueden penetrar a la hembra aun sin tener erección.
Todo viene porque en Génesis 2:21 se dice que Dios tomó de Adán “uno de los tselaot”. Esta palabra es el plural de tsela, lo que significa que Adán debía tener varios. Pero de qué… ésa es la cuestión. Que pensemos que se trataba de un hueso se deduce de lo que se dice dos versículos más tarde, donde describe que la mujer es “hueso de mis huesos”. Ahora bien, Zevit afirma que tsela no aparece nunca en la Biblia como costilla sino con otro significado: una habitación o estructura al lado de un edificio.
En este contexto tsela sería como algo “lateral” al cuerpo, que esta “a su lado”, como los brazos que salen del tronco. Evidentemente las costillas no son. Lo que defiende Zevit es que son los genitales masculinos. En apoyo de esta interpretación tenemos varias razones de peso. La primera es que la costilla, al contrario de los genitales, no tiene ningún significado cultural, simbólico o teológico en la Biblia ni en el antiguo Israel.
Por otro lado, a lo largo de los diferentes libros de la Biblia, los respectivos autores nunca citan el pene por su nombre sino que utilizan diferentes eufemismos: el más común es “pie”, aunque también aparece como muslo, mano o talón. Pero el más llamativo es la palabra basar, que significa carne. Y en el Génesis 2:23 Adán dice que la mujer es “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, la hipótesis de Zevit tiene todos los visos de ser cierta.