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El color fue importante entre los mexicas; escultores, pintores y tlacuilos usaron al menos dos diferentes paletas cromáticas para embellecer sus obras. El arqueólogo Leonardo López Luján afirma que los últimos estudios han revelado que en la antigua Tenochtitlán se utilizaron dos gamas diferentes de color: una, limitada a sólo cinco colores, que se utiliza en la escultura monumental y en la pintura mural, y otra mucho más extensa, en la que se han identificado hasta 19 tonos diferentes y que se usó para la elaboración de códices.

El director del Proyecto Templo Mayor dice que la primera paleta pictórica estaba compuesta por los colores azul, rojo, ocre, blanco y negro, todos de origen mineral, y que eran aglutinados en la superficie a través de un pegamento o mucílago que se obtiene del seudobulbo de la orquídea. En cambio, la variedad pictórica que se usaba en los códices llegó a incluir “tonos violáceos, varios tonos de rojo, de azul, el verde que no existe en la pintura mural y en la escultura y a diferencia de la otra paleta, los colores son orgánicos, vienen de vegetales, de plantas, raíces y animales”.

El color será el tema que reunirá a más de 15 especialistas. Bajo el título Color Tlapalli. El cromatismo en el arte grecorromano y mexica, investigadores de todo el mundo se reunirán a partir del lunes próximo en El Colegio Nacional para presentar las últimas investigaciones que han realizado en torno al color y su relación con el arte antiguo. López Luján funge como coordinador del encuentro junto con Eduardo Matos Moctezuma; también participaron en la exposición El color de los Dioses que se exhibió hasta el domingo pasado en el Palacio de Bellas Artes y de donde derivó el coloquio.

Los investigadores aún no saben con certeza por qué los mexicas distinguieron tan marcadamente dos paletas cromáticas, pero ya tienen algunas teorías. “En el caso de la pintura y la escultura probablemente utilizaron una paleta restringida, porque son colores minerales de alta resistencia, y la pintura mural y la escultura casi siempre estaban a la vista de todos, a la intemperie; se requería de colores de mucha resistencia. Pero también suponemos que utilizaron estos cinco colores, por su simbolismo, tienen que ver con los cuatro extremos del Universo y con el centro. Una investigadora francesa dice que también tendrían que ver con los cuatro colores básicos de las mazorcas y de las hojas del maíz”.

En los códices, en cambio, la variedad cromática tuvo simbolismos más profundos.  Al tratarse de pigmentos orgánicos eran más vulnerables de perderse, aunque como se trataba de documentos que serían guardados, los aztecas debieron pensar que no requerían colores tan resistentes. Lo cierto es que hoy hay pocos ejemplos de cromatismo tan conservado como el de la Tlaltecuhtli, escultura hallada el 2 de octubre de 2006 y exhibida hoy en el Museo del Templo Mayor.

Pero, ¿por qué el encuentro también se ocupa de la escultura griega y romana, siendo que se trató de civilizaciones tan distantes a la mexica? “Griegos, romanos y mexicas son grandes escultores de la antigüedad, ocupan un lugar especial en la historia del arte universal y en los tres casos se interesaron por aplicar a la piedra una capa cromática que por desgracia subsiste difícilmente; el gran denominador es que fueron grandes escultores y que a sus obras le añadieron color”, responde López Luján. El coloquio se llevará a cabo del lunes 16 hasta el 18 de enero en El Colegio Nacional (quien editara las memorias del encuentro): Donceles 104, Centro Histórico, Ciudad de México.

Admite equivocación

Nos equivocamos”, dice Leonardo López Luján acerca de la teoría que ideó junto con Eduardo Matos Moctezuma acerca de que, bajo la escultura de Tlaltecuhtli, los mexicas habrían depositado los restos de su gobernante Ahuizotl.

Yo tenía esa convicción de que iba a aparecer, pero no los encontramos, ¿que pasó? Nos equivocamos, no los hallamos ahí. Yo mismo cometí un error al imaginar que estarían abajo o a un lado, ya excavamos abajo y a un lado y no los encontramos tampoco”, acepta.

Desde el descubrimiento del monolito en 2006, el también miembro de la Academia Británica inició una exhaustiva exploración del sitio, localizado en lo que se conoce como el predio de las Ajaracas. Las excavaciones llegaron a varios metros de profundidad e identificaron decenas de ofrendas y miles de objetos, pero nunca los restos del influyente tlatoani.

Este año, afirma el arqueólogo, las excavaciones han sido retomadas por su equipo, pero ahora “un poco más al sur”, en el interior del edificio prehispánico conocido como Coalxicalco. “Las fuentes dicen que los restos estaban al pie de la pirámide (del Templo Mayor), tenemos la convicción de que ahí están, la cuestión es que como hay edificios encima no podemos extendernos mucho.