Un quintento de jóvenes aplaudían al tiempo que entraban o salían personas del Museo Tamayo Arte Contemporáneo. Parecía una suerte de celebración por su osadía de recorrer el recinto, pero, a la vez, una parodia del espectáculo en que se ha convertido la institución. De manera simultánea, siete pequeños radios sonaban en el bosque. Se escuchaba un fragmento del discurso de la película Nostalgia de Andréi Tarkovski. Voces, a veces inaudibles, que alteraron la quietud y tranquilidad del espacio.
Cotidianidad de domingo fracturada por Ópera, la séptima activación del proyecto Satélite coordinado por Violeta Horcasitas. Siete acciones simultáneas que sacudieron ayer la estabilidad de la institución museística. Y en un sentido literal, pues el equipo de seguridad privada del recinto reforzó sus recorridos de vigilancia ante la presencia de los artistas. Se esforzaron por impedir que se tomaran fotos para el registro de las acciones efímeras.
Los aplausos eran de la pieza Reflejo de Lucía Hinojosa, y los radios de la pieza Máquina de Coser de Alejandra Rodríguez, Valentina Díaz y Victoria Estrada quienes intervinieron la estación FM 87.8 durante una hora donde un hombre habló de las acciones del capitalismo que han fracturado las relaciones humanas.
Frente al museo diseñado por el arquitecto Teodoro González de León, se construyó una réplica de la maqueta del edificio hecha con 600 barras de amaranto en espera de que roedores se lo comieran. La pieza era Saqueo de Carlos Iván Hernández, una crítica a la institución absorbida por la fauna; no sólo animal, también humana.
“La idea es alterar a la institución para cuestionar el espacio, a partir de lo lúdico porque son piezas que podría hacer cualquier persona. En mi caso yo quería que los espectadores fueran otros, que fueran las ardillas como símbolo de la manera en que la fauna urbana se devora al museo”, explicó Hernández al apelar a conceptos como desmantelamiento cultural.
Mientras sobre los restos del busto de Fernando Gamboa, robado en 2014 y jamás repuesto, se escuchaba su voz. Era Espectro, la activación de Jorge Rosano Gamboa quien recuperó un audio de quien fuera su tío abuelo para montarlo en el pedestal. Una presencia simbólica del museógrafo y diplomático en el vacío de su memoria. Un homenaje metafórico, no material.
Justo de esto se trata el proyecto Satélite que desde 2015, de manera autogestiva, invita a artistas a realizar una acción dentro o fuera de un museo para cuestionar a la institución, su memoria, su utilidad. Para esta edición, las acciones reflexionaron sobre los límites entre privado y público, material e inmaterial. Conceptos que definen las fronteras del museo: ¿hasta qué punto es un sitio de libre acceso o una entidad privada para producir pensamiento en torno al arte?
“Pareciera que estos lugares están fijos y son desde el único lugar donde se produce el pensamiento o el arte, por eso estas acciones hacen una crítica a las instituciones. Para mí el Museo Tamayo es especial porque parece que a la gente de aquí les causa mucho conflicto estas intervenciones tan sencillas, parece una institución inamovible pero no lo es”, agregó Alejandra Bolaños.
En el proyecto también colaboraron Minerva Cuevas, Raúl Mirlo y Marcia Santos.
La pieza de Cuevas fue una procesión desde el Bosque de Chapultepec mientras iba interpretando un aria. Su planteamiento era sobre la producción del arte y la cultura fuera de los espacios formales.