Imagina por un momento que el universo tal y como lo conocemos nació de la nada el pasado jueves. Que los fósiles, las montañas milenarias o los árboles más antiguos aparecieron sin más, con ese aspecto, hace solo unos días. Incluso que tú, que estás leyendo esto, solo llevas en este mundo algunas jornadas, y apareciste con todos tus recuerdos y conocimientos actuales.
Suena un poco inverosímil, pero es lo que defiende el Last Thursdayism (“Jueves Pasadismo”), una religión satírica que pretende poner de manifiesto lo absurdo de algunas ideas creacionistas, especialmente las de los llamados “Creacionistas de la Tierra Joven”. El Last Thursdayism es una idea más filosófica que religiosa, y se basa en una célebre reflexión de Bertrand Russell conocida como la Tierra de cinco minutos, en la que sugiere que no podemos estar seguros de que el mundo no comenzó a existir hace cinco minutos, tal y como es ahora mismo y con una población que recuerda un pasado irreal.
Los Creacionistas de la Tierra Joven, entre los que se incluyen celebridades como Kirk Cameron o Chuck Norris, representan la posición más extrema de una forma de pensar que niega la evolución de las especies, otorgando toda la responsabilidad de la existencia de los seres vivos actuales a un creador divino. Parecen estar convencidos de que, pese a lo que indican el registro fósil o las dataciones de distintos materiales, el Universo fue creado en siete días hace unos 6000 años, y ya entonces tenía el aspecto actual.
Se basan en el relato del Antiguo Testamento de la Biblia, y lo interpretan de forma literal. Creen que, en la Tierra, Dios creó en el mismo momento a todas las especies, incluida la humana, y también que posteriormente envió un gran diluvio que destruyó a todos los individuos que había creado, excepto a una pareja de cada especie que Noé, por encargo divino, salvó construyendo una enorme arca. Algunos creacionistas, sin embargo, opinan que muchos de los hechos presentados en la Biblia son alegorías o metáforas, pero niegan igualmente la evolución.
Conflictos en el aula de ciencias
En Estados Unidos, ciertos sectores protestantes llevan décadas luchando por que en las escuelas no se enseñe evolución, o al menos que la teoría evolutiva de Charles Darwin se equipare a la hipótesis creacionista.
Estos grupos se han encontrado con el problema de que en los Estados Unidos no se puede enseñar religión en las escuelas, y por este motivo el concepto de creacionismo está siendo desplazado por otro más sofisticado, el de Diseño Inteligente. Según esta idea, las características del universo y de los seres vivos deben haber sido diseñadas por un creador inteligente. Esta hipótesis pretende dotar de un sentido científico a la idea de la creación divina, por lo que en ella no se habla explícitamente de Dios.
Gracias a este subterfugio, los creacionistas han logrado que en algunos estados de EEUU se enseñe el Diseño Inteligente en las clases de biología como alternativa a la teoría de la evolución, aunque también ha habido sentencias en el sentido contrario, como la que, en Pensilvania en 2005, establecía que el Diseño Inteligente “es una alternativa religiosa enmascarada como teoría científica” y prohibía su enseñanza en el aula de ciencias.
Lo cierto es que, en Norteamérica, son muchos los ciudadanos que se consideran creacionistas. Según distintos estudios, poco menos de la mitad de los estadounidenses creen que Dios creó el universo tal y como lo conocemos actualmente, y solo entre 1 y 2 de cada 10 piensan que los seres vivos han evolucionado sin intervención divina.
En los países católicos, como España, la evolución tiene mejor aceptación, ya que incluso el actual Papa acepta el Big Bang y la teoría de la evolución, aunque sostiene que no son incompatibles con la existencia de Dios.