En el 80 aniversario de la creación de una de las piezas más icónicas de la historia del arte: “Guernica”, de Pablo Picasso, el Museo Reina Sofía presenta “Piedad y terror en Picasso: el camino a Guernica”, exposición que reúne cerca de 180 obras maestras del artista.
Las obras proceden de los fondos de la Colección y de más de 30 instituciones de todo el mundo, entre los que figuran el Musée Picasso y el Centre Georges Pompidou, de París, la Tate Modern de Londres, el MoMA y el Metropolitan Museum, de Nueva York, o la Fundación Beyeler, de Basilea.
Asimismo, de colecciones privadas como la de Claude Ruiz-Picasso, Nahmad o Menil entre otras.
Cumpliéndose también este año los 25 años de la llegada del “Guernica” al Museo Reina Sofía, esta pinacoteca presenta la exposición que podrá verse a partir de mañana y hasta el 4 de septiembre y que en una versión más pequeña viajará posteriormente a Colombia, México y Estados Unidos.
Esta versión reducida contará con una selección de los dibujos preparatorios de Guernica, pinturas relacionadas con la obra, la maqueta del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937, así como facsímiles y material documental en general.
“Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica”, es una exposición, que a través de un conjunto de obras difíciles de volver a reunir, narra las circunstancias personales e históricas y la radical transformación artística que experimentó Picasso a partir de finales de los años 20 para llevarle a componer el mural tal y como finalmente lo hizo.
Tras varios años de trabajo de investigación, el Museo Reina Sofía realizó una meticulosa selección de cerca de 180 obras que resultan fundamentales para articular y entender el discurso de la exposición.Destacan
obras como “Las tres bailarinas” (1925), de la Tate de Londres, o la escultura “Mujer en el jardín” (1930), del Museo Picasso de París.
Venidas desde Nueva York, pueden contemplarse “Mujer peinándose” (1940), del MoMA; “Desnudo de pie junto al mar” (1929), del MET; o “Mandolina y guitarra” (1924), del Museo Salomon R. Guggenheim, y “Monumento: cabeza de mujer” (1929) de una colección particular.
A través de estas y de otras muchas piezas claves de la época comprendida entre finales de los 20 y mediados de los 40, se muestra la metamorfosis que experimentó el arte de Picasso desde el inicial optimismo e intimismo del cubismo hasta la búsqueda de una nueva imagen del mundo entre la belleza y la monstruosidad.
Esto en un momento de gran convulsión como fueron los años 30, marcados por acontecimientos como la irrupción de movimientos como el fascismo o la Guerra Civil española y con la II Guerra Mundial en ciernes.
Se trata de un periodo en el que Picasso, un hombre maduro y ya una figura consagrada internacionalmente, sufre diversas crisis artísticas al mismo tiempo que ve surgir nuevas corrientes en las que no participa, como el surrealismo de Dalí, Buñuel o Miró.
En este surrealismo se muestra el mundo del inconsciente, de los espacios imposibles y cuerpos violentados y abundan paisajes abiertos, contrapuestos a los espacios cerrados de los bodegones cubistas.
Hasta entonces, el mundo de su arte había sido fundamentalmente íntimo y personal, estaba limitado por las paredes y las ventanas de un cuarto.
De forma progresiva, la obra de Picasso comenzó a estar tristemente marcada por una sensibilidad hacia todo lo que en la modernidad hace peligrar ese espacio familiar del cuarto, que desde 1925, va viéndose invadido de forma progresiva por cuerpos rotos o desmembrados y por escenas de acción furiosa y estática y situaciones de violencia, miedo o dolor.
Desde ese momento, pueblan el cuarto monstruos y fantasmas. A medida que avanzan los años veinte, los rostros exaltados y los fantasmas que rondan los interiores del artista se vuelven más gigantescos y autosuficientes hasta acabar aventurándose, hacia 1930, a salir al espacio exterior.
Sin embargo, dieciocho meses antes de pintar Guernica, Picasso entró en una fase de dudas e, incluso, de cierto bloqueo artístico y de hecho, en este período apenas hizo grandes pinturas, lo que contrastó con la vitalidad de otros momentos.
Da la impresión de que el artista buscó realizar una obra en la que confluyeran los diversos caminos que había iniciado a mediados de los años veinte, cuando intentó expresar a través de su pintura la violencia de la sociedad moderna, que parece ajena a los lenguajes plásticos que él había manejado hasta entonces.
La belleza y la monstruosidad, entendidas como un todo fueron la espina dorsal temática de esta etapa previa a Guernica: síntoma, por un lado, de las dificultades artísticas y personales que vivió el pintor, por una parte.
Por otra, de la cristalización de la pesimista perspectiva política que se deslizó a través de la inminente crisis internacional y que acabó culminando en el horror de la Segunda Guerra Mundial.
En esta exposición, distribuida en 10 salas, el “Guernica” es el epicentro alrededor del cual orbitan otras piezas anteriores y posteriores de Picasso que dan las claves precisas para analizar las transiciones artísticas y vitales del artista y para alcanzar la conclusión de que no habría existido esta obra sin los singulares experimentos anteriores.
T.J. Clark, uno de sus dos comisarios, explicó que la muestra trata también de esbozar los motivos por los que el “Guernica” se ha erigido en una de las piezas más icónicas de la historia del arte.
Es, dijo, un lienzo que, desde 1937 y para varias generaciones de todo el mundo, se ha convertido “en la escena trágica de nuestra cultura”.
Subrayó que la ausencia de alusiones concretas, el protagonismo de las víctimas anónimas, la contundencia expresiva de sus formas y la fuerza que da la incertidumbre espacial del cuadro, lo han convertido en el mayor alegato moral contra el terror de las guerras modernas que no solo destruyen la vida, sino también la identidad del ser humano.
Además, aseveró que en la obra lo que hace el artista es afrontar el momento de la existencia en que un individuo o un grupo reconocen, demasiado tarde ya, la muerte y la vulnerabilidad.
Asimismo, el subsiguiente derrumbamiento que experimentan hacia una mortalidad desguarnecida no sólo despierta horror en quienes lo contemplan, sino piedad y terror, en una mezcla que asusta pero fortalece.
“A pesar del dolor inapelable, la imagen es un revulsivo. Guernica es, fundamentalmente, la defensa universal del humanismo”, puntualizó.