La tradición de los tatuajes, arte para unos, acto de rebeldía para otros y algo impensable para muchos, es el centro de una exhibición en Nueva York que cuenta la historia de una costumbre que se arrastra desde hace tres siglos.
Tattooed New York, en el Museo y Biblioteca Sociedad Histórica, cuenta al público a través de más de 250 piezas —fotos, pinturas, objetos, videos e instalaciones— 300 años del tatuaje en el territorio que ahora ocupa esta ciudad.
Los tatuajes, que hace más de un siglo eran vistos como algo de marginales, son algo común hoy y los muestran famosos, entre ellos Rihanna, Lady Gaga o Ricky Martin, Angelina Jolie, Scarlett Johansson o el futbolista David Beckham.
El mundo de la moda tampoco escapa a ellos, ya que son muchos los diseñadores que los han usado en sus creaciones y llevado a la pasarela.
La exhibición hace un recorrido desde los tempranos 1700, con los nativos norteamericanos, como las tribus Iroquois, al norte de lo que hoy es Nueva York, que usaban el pigmento del hollín o molían minerales para tatuarse. Lo hacían con frecuencia para celebrar triunfos militares, para protegerse durante una batalla, o como parte de sus rituales curativos o religiosos.
Flores, pájaros, mariposas, tigres, águilas, calaveras, diablos, mujeres, parejas, banderas o motivos religiosos, entre muchos otros, figuran ente la gran variedad de diseños que elige una persona para tatuar su piel, desde la cabeza hasta el tobillo, como muestra Tattooed New York.
La exhibición narra cómo marineros y soldados no abandonaban un puerto o tierras lejanas sin llevar con ellos un tatuaje, como el de un dragón si había visitado China.
También eran símbolo de valentía, como la pantera, o la buena suerte, y entre los más populares estaban el gallo y el cerdo en el pie, para protegerles de ahogarse. Tatuarse un ancla era símbolo de estabilidad y el de una brújula para indicar que siempre podrían navegar a casa.
Durante más de un siglo, los tatuajes permanecieron como una forma fácil, confiable e importante de identificar a los hombres en el servicio militar, incluyendo a aquellos que morían en batalla, destaca la muestra, que tiene como curador a Cristian Panaite.
En la Guerra Civil (1861-1865), Martin Hildebrandt, considerado el primer artista de esta tradición en Nueva York, tatuó los nombres de miles de soldados de la Unión y de la Confederación en sus brazos y pechos, señala además la exhibición.
Muestra también fotos de mujeres que, en pleno siglo XVIII —cuando imperaba el recato— llevaban el cuerpo tatuado, desde el cuello hasta los tobillos, y se atrevían a mostrarlo, como Nora Hildebrandt, que lucía más de 365 diseños. Ella se unió al circo Barnum & Bailey siendo la primera mujer que lucía su cuerpo tatuado en EU.
También se destaca a Mildred Hull, la primera y única artista en tener su tienda de tatuajes en el Bowery, un vecindario de Nueva York donde proliferó este arte en las barberías. Tenía más de 300 tatuajes en su cuerpo.
Muchas mujeres tatuadas eran fuertes, independientes, manejaron con destreza sus carreras”, sostiene el curador.
Entre los objetos que se exhiben está la primera “pluma eléctrica” inventada por Edison, que sirvió de base para la que fabricó Samuel O’Reilly en 1891, con la que revolucionó el mundo del tatuaje.
El 1 de noviembre de 1961 el Departamento de Salud declaró ilegal el hacer tatuajes, atribuyéndole los 13 casos de Hepatitis B surgidos.
Esa medida llevó a algunos artistas a mudarse de la ciudad y a otros a la clandestinidad, trabajando desde sus hogares, una escena que también ha sido recreada con una instalación como parte de la exhibición. No fue hasta más recientemente, en febrero de 1997, que se levantó la prohibición, una época en que surgieron varios artistas.
De acuerdo con información proporcionada por el Museo y Biblioteca Sociedad Histórica, que mostrará la exhibición hasta finales de este mes, hay más de 270 estudios de tatuaje en esa ciudad.