Antropólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) identificaron como prehispánico parte de un cráneo humano encontrado en la playa El Conchalito, en La Paz, Baja California Sur, lo cual aporta valiosa información sobre las costumbres funerarias de los antiguos indios californios.
El rescate lo realizó el antropólogo físico Alfonso Rosales-López, investigador del INAH en Baja California Sur, quien informó que el cráneo fue avistado en la playa que se localiza frente a las instalaciones del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR-IPN), por científicos que realizaban estudios marinos.
En un comunicado, el INAH destacó que hasta el momento se han descubierto 61 entierros humanos pertenecientes a los antiguos californios, cuya práctica funeraria se distinguía por enterrar a los individuos dos veces: las llamadas dobles exequias.
Sobre el hallazgo, el antropólogo explicó que tiene una antigüedad de entre 1100 d. C. a la época de contacto español y misional jesuita (1533 a 1768 años d.C.), “se trata de un entierro humano compuesto por dos individuos adultos (uno femenino y el otro masculino) cuya edad al momento de la muerte era entre 20 y 25 años.
Los cuerpos –sepultados de manera simultánea, el hombre abajo y la mujer arriba-se depositaron dentro de una fosa no mayor de 50 centímetros de profundidad, boca abajo, con las piernas dobladas hacia atrás y los talones sobre la cadera.
Habían sido amortajados con pieles y amarrados fuertemente con cordeles, de los cuales no quedó rastro.
Sin embargo, la existencia de la mortaja se infirió por la posición “apretada” de ambos esqueletos.
“A diferencia de otras tradiciones, en las que la separación post mórtem de partes del cuerpo se hacía con instrumentos como navajillas y cuchillos, en El Conchalito se aprovechaba el proceso de descomposición natural del cuerpo para realizar esta tarea manualmente”, sostuvo Rosales-López.
Los dos esqueletos hallados tenían removida la cabeza de tal forma que los cráneos estaban en posición vertical: el facial de la de mujer “miraba” hacia el mar y el del hombre hacia el interior peninsular.
El especialista recordó que otros entierros localizados con anterioridad en el sitio presentaron uno o ambos brazos separados, o las piernas, e incluso en algunos no se seccionó el cuerpo, sino sólo se cambió su posición. Las direcciones a las que fueron orientados los diversos cuerpos o sus partes separadas en la segunda inhumación, son variables.
Por todo lo anterior, lo que el científico ha considerado relevante es el hecho de tocar el cuerpo y mover la anatomía original, lo que está relacionado con una cosmovisión particular.
“A través de las investigaciones hemos concluido que este proceso corresponde a una forma de pensamiento particular de los conchaleños: para ellos la muerte no existía. En su cosmovisión, el individuo entraba a otra etapa de su existencia donde se le daba una primera sepultura.
“Ninguna cultura deja que el humano sufra eternamente, siempre resuelve una forma de liberarse de ese estado. En el caso de los conchaleños ese momento se daba en la segunda inhumación: Por eso los destapaban. Había que tocarlos y modificarlos”, acotó.
De acuerdo con sus creencias, tras la segunda exequia, la existencia del individuo se fundía con el entorno que rodeaba al cuerpo. Eso revitalizaba la naturaleza, garantizando que la riqueza del entorno natural, siguiera disponible a sus descendientes, entre ellas las fuentes de alimento. En otras palabras, los inmóviles (difuntos) nutrían el hábitat.
La zona arqueológica de El Conchalito tiene una extensión aproximada de tres kilómetros sobre la costa y entre 40 y 50 metros hacia el interior. Los 61 entierros que se han hallado en un área de kilómetro y medio de la poligonal mencionada, coinciden con los mejores lugares para habitar dentro de la playa.
El antropólogo físico Rosales-López ha descubierto otros sitios arqueológicos con inhumaciones similares en Baja California Sur: en Ensenada de Muertos y Rancho Rodríguez, municipio de La Paz; El Médano, Barco Varado y playa Las Destiladeras, municipio de Los Cabos; San Juanico, municipio de Comondú; Bahía Concepción, municipio de Mulegé, así como las islas Margarita y Magdalena.
Todos los entierros han sido relevantes ya que cada uno ha arrojado información distinta que en conjunto ha aportado elementos con los que hoy se puede bosquejar la historia de las costumbres funerarias de los antiguos californios.