Con la bandera de su natal Cataluña cobijando su féretro, los restos del filósofo Ramón Xirau cruzaron el añejo umbral de El Colegio Nacional para rendirle un homenaje póstumo.
En el auditorio del recinto lo esperaba un puñado de amigos y familiares.
Su viuda, Ana María Icaza, rompió en un doloroso llanto.
Inició la ceremonia con palabras fúnebres del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien se dirigió a su amiga Anita, pareja de vida durante 68 años del filósofo fallecido.
“Ramón siempre estará junto a ti a través de su pensamiento y de su poesía. Nosotros también”, dijo el arqueólogo mexicano a Icaza.
El poeta Vicente Quitarte, tomó la palabra y evocó palabras de Xirau en torno a la vida y a la muerte, tema presente en su poética.
Ambos fueron entrañables amigos y admiraron mutuamente su obra en el campo de las letras y el pensamiento dialéctico.
El historiador Enrique Krauze aseveró que el filósofo fallecido el pasado miércoles en esta ciudad, fue el último de los maestros transterrados de la península a México.
“Llegó aquí a hacer una vida”, acotó.
Tras esas palabras, Quitarte, Krauze, el subsecretario de Cultura federal, Saúl Juárez, e Icaza desde su lugar, hicieron la primera guardia de honor ante el féretro de fina madera.
Y así se sucedieron las guardias por parte de miembros del Colegio Nacional, amigos como el político Cuauhtémoc Cárdenas y la periodista Cristina Pacheco.
Tras la última ronda, Xirau fue conducido al Panteón Español donde su círculo más cercano lo sepultó.
“Gran hombre, profundamente mexicano y profundamente catalán”, rubricó Eduardo Matos Moctezuma.