Lugar:
Fuente:
Exélsior

El detective Sherlock Holmes desconocía todo sobre filosofía, literatura y astronomía, tenía escasos conocimientos sobre política y sabía lo necesario sobre geología, botánica y aspectos prácticos de la ley inglesa. Su historia lo retrata como un estupendo boxeador y esgrimista de palo y espada, un apasionado violinista, enemigo de James Moriarty, que sabía todo sobre química, anatomía, literatura sensacionalista y los hechos macabros de su siglo, el antihéroe inglés que este año cumple 130 años de su aparición en las páginas de la literatura universal.

También se dice que a Holmes, creación maestra del narrador británico sir Arthur Conan Doyle, le gustaban las galletas y que su aspecto físico era semejante al de un pájaro, que su temperamento era neurótico, obsesivo, cerebral y habitaba el inexistente 221B de la calle Baker, en Londres, o que durante una época de su vida fue consumidor de cocaína en una solución al siete por ciento, como lo recuerda el narrador y poeta Vicente Quirarte Castañeda, quien adelanta a Excélsior que prepara una novela donde este detective visitará México.

La novela está en proceso e incluirá al capitán Arístides Bringas y su asistente Sebastián Casanueva, –protagonistas de su novela La isla tiene forma de ballena(2015)–, para ubicarlos en 1891, cuando el capitán ya es un hombre mayor y le pide a su asistente que cuide a un detective inglés que llegará a este país. Ese detective será Sherlock Holmes.

La novela será una ucronía, detalla Quirarte, y estará ambientada en 1891, año en que Sherlock finge su muerte y vive oculto, lo cual ha servido para que autores y lectores creen historias paralelas durante ese momento.

“Una de esas posibilidades sería que Sherlock viajara a México, huyendo del frío inglés y en busca de cierto descanso… aunque una mente tan activa como la suya tendría que irse por el lado del crimen, y ahí lo llevaré a conocer al escritor Ángel de Campo”, y a otros personajes célebres de ese tiempo.

De forma paralela, la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, prepara la publicación de una antología con relatos inspirados en las aventuras y la figura del detective inglés, creado por autores mexicanos como Élmer Mendoza, Vicente Alfonso, Iván Farías y Bernardo Esquinca, compilados por Francisco Haghenbeck, que circulará en octubre próximo.

En este punto, Vicente Quirarte vuelve al detective inglés y se pregunta cómo logró convertirse en una figura vigente, por encima de otros detectives como: Auguste Dupin, de Edgar Allan Poe, o de Hércules Poirot, de Agatha Christie.

La historia nació con El estudio en escarlata, la primera aventura de Holmes, publicada en 1887, explica el novelista y también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (AML). “Entonces él no pensaba que su detective fuera parte de una serie, sino que escribió aquella novela con un personaje que resolvía los casos mediante el arte de la deducción, acompañado del Dr. Watson, quien a la postre sería el escribano de sus aventuras”.

Tan es así que el personaje –que aparece en cuatro novelas y 56 relatos de ficción– muere prematuramente en las cataratas de Reichenbach. En ese momento los lectores protestan, y Conan Doyle –también autor de las historias del Profesor Challenger y del brigadier Gerard–, debe resucitarlo, más tarde, en La aventura de la casa vacía, que nos llevaría a los años ocultos de nuestro detective.

De estos relatos, añade Quirarte, me gusta más El signo de los cuatro y El sabueso de los Baskerville… Quizá esta última un poco más porque es su novela más fantasmal y fantástica. También podría citar una de sus más repetidas y adaptadas: La aventura de la banda moteadaLa vida de los pelirrojos y La aventura de la casa vacía, donde el personaje vuelve a la vida y se le presenta a Watson.

 

PEQUEÑO BURGUÉS

 

Las aventuras de Holmes suceden en medio de una Inglaterra muy conservadora, apunta Vicente Quirarte, una Inglaterra puritana donde gobierna la reina Victoria y donde él trabaja para clientes que pueden pagar por su seguridad y su tranquilidad, es decir, con gente que goza de cierto poder económico.

Y no es que el detective quiera hacerse rico, aunque al final sí tiene una vida cómoda, de pequeño burgués, sin mayores necesidades. Pero, como él mismo dice, es un detective consultor único en su tipo, un paralelo al sicoanálisis, una especie de confesor laico de su tiempo que intenta conservar la armonía de una sociedad que quiere ser respetable y mantener su equilibrio”.

Esto puede observarse claramente en un relato como Escándalo en Bohemia, donde Holmes hace todo lo posible por mantener la honorabilidad de los personajes, dado que debe enfrentar el crimen y la miseria moral de los personajes que intentan ensuciar la vida de Inglaterra.

¿Siempre fueron historias para un público juvenil?, se le cuestiona al también investigador por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas y ganador de los premios Nacional de Poesía Joven Francisco González de León (1979), el Nacional de Ensayo Literario José Revueltas (1990) y Xavier Villaurrutia (1991).

Sería interesante saber si los lectores de su tiempo también eran jóvenes. Ahora, por supuesto, es una lectura de juventud. Al final, Holmes se convirtió en la figura detectivesca por excelencia y en uno de los personajes más representativos en el mundo de las artes, junto con Don Quijote”.

¿Cómo era Inglaterra en ese momento? “Estaba en su momento de esplendor, pero también de decadencia; es el momento en que Inglaterra tiene varias colonias en el exterior, pero está a unos pasos de la Primera Guerra Mundial”.

¿De dónde se nutrió Conan Doyle para crear este personaje? “Él fue un médico militar y un profesionista que defendió un orden establecido. Y, desde el punto de vista político, un reaccionario, igual que Julio Verne.

¿Quiénes serían los herederos de Holmes? “El detective Poirot de Agatha Christie, el Sam Spade de Dashiell Hammett; el detective Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán y acaso El Zurdo Mendieta de Élmer Mendoza. Pero lo que más llama nuestra atención es cómo Holmes sostuvo esa capacidad de racionalidad y deducción para obtener la verdad a través de la observación… esa capacidad para viajar sin moverse de sitio, para soñar e imaginar”, concluye.