Cuando era un niño, sus vecinos vaticinaron que se convertiría en un gran líder debido a una mancha oscura de nacimiento que presentaba en la palma de su mano. Años después se convertiría en uno de los más grandes generales y estrategas de la historia. Hablamos de… Gengis Kan.
Su personalidad y su carisma como líder fueron claves. Era cruel con la espada y despiadado con sus enemigos.
En 1221 se atribuyeron alrededor de 2 millones de muertes al ejército del líder mongol. Los soldados recibieron la orden de degollar a 50 personas cada uno y llevar como prueba a su oficial una oreja de la víctima. Por ello, los aldeanos fueron colocados contra un muro y decapitados salvajemente con machetes por las tropas de Gengis Kan.
En otra contienda en 1223, en la batalla del río Kalka, tras vencer a una coalición de principados rusos, las tropas mongolas apilaron a los prisioneros vivos y celebraron la victoria sobre ellos.
Salvaje y asesino, son dos de los adjetivos que más se repiten entre musulmanes, rusos y europeos a la hora de referirse al conquistador mongol.
Su imperio se basó en el terror y la guerra psicológica, pero también en la logística, la estrategia y una planificación increíble de las tácticas de lucha, que permitieron a su ejército conquistar vastos territorios aún con desventaja numérica en muchas batallas.
Para coordinar sus complejas tácticas de ataque, Gengis Kan utilizaba una curiosa técnica nemotécnica: obligó a sus hombres a cantar las órdenes. Cada día, todos y cada uno de los hombres del ejército entonaban una melodía sin letra hasta ser memorizadas. Cuando llegaba el momento de luchar, los generales y oficiales introducían sus órdenes en una de esas canciones; cualquier soldado podía entonces transmitir la táctica de ataque sin que hubiera lugar a confusión.
Su muerte, el 18 de agosto de 1227, dividió al Imperio mongol, que había sido el imperio contiguo más extenso de la historia, y fue repartido entre sus tres hijos.
Gengis Kan pasaría a ser recordado como un carismático líder que en 25 años logró conquistar más territorios que los romanos en 400 años.