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Con información de RT

Como la mayoría de las sociedades del mundo, nosotros los mexicanos tenemos historia, origen y raíces, somos dueños de un verdadero tesoro arqueológico que por miles de años ha sido testigo silencioso del pasar de las generaciones. Sin embargo, las inclemencias del tiempo, las lluvias, las sequías, los terremotos y huracanes lo ha ido deteriorando poco a poco.

Los monumentos arqueológicos son parte del legado y deben ser preservados, pero en la mayoría de los casos las ruinas se encuentran a la intemperie, razón por la que un grupo multidisciplinario de expertos, investigadores del Cinvestav Unidad Mérida, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y personal del Instituto Nacional Antropología e Historia (INAH), analiza y aplica materiales avanzados para evitar daños irreparables.

Hablando en términos muy coloquiales, por muy sofisticadas que llegaran a ser estas construcciones, con el paso del tiempo reducen sus propiedades físicas e incrementan la porosidad y la absorción de agua. Por todo ello vemos cómo se van desgastando y son víctimas de una rápida colonización por bacterias, algas y hongos, especialmente en climas tropicales donde persisten elementos como las altas temperaturas, los elevados niveles de humedad y la radiación solar, siendo un claro ejemplo de ello Chichén Itzá, en Yucatán.

Los tratamientos de restauración que se desarrollan deben generar sistemas de protección antimicrobianos para prevenir el crecimiento de los microorganismos, con el objetivo de preservar el patrimonio pétreo. Además, se requiere el desarrollo de nanopartículas, mediante un trabajo multidisciplinario que combine la ciencia de materiales, la petrofísica y la microbiología, junto con los restauradores del patrimonio cultural.

Es por ello que este grupo de expertos investigadores del Cinvestav desarrollan materiales a partir de óxidos mixtos de magnesio, zinc, calcio y titanio, que actúan en condiciones de luz natural, artificial o en la oscuridad. Estos materiales pueden ser usados en monumentos históricos construidos con roca calcárea, coloniales o modernos, pero no son apropiados para estructuras metálicas. Pueden ser aplicados en solución con spray, brocha o pasta, procedimientos bastante complejos, aunque suenen sencillos.

Es importante subrayar que la tecnología solo puede ser aplicada a los monumentos históricos tras un análisis completo de los efectos que podría tener sobre los materiales, para no modificar su apariencia estética y, sobre todo, hasta tener la aprobación de los restauradores del INAH.

Sin duda, esta “manita de gato” a nuestros tesoros es muy importante porque, de esta manera, nosotros y las futuras generaciones seguimos apreciando el legado de nuestros antepasados.