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Excélsior

Sabemos que, en lugares como México, los huevos pueden ser preparados de muchas maneras: divorciados, estrellados, revueltos, con longaniza, rancheros, y mil variedades más. China nos ganó, allá comen algo más sofisticado. Literalmente, hace cientos de años, un granjero encontró huevos de pato que habían sido preservados por el lodo. Después de comprobar que eran comestibles, decidió tratar de duplicarlos manualmente, el resultado ha sobrevivido los siglos y ha encantado a la población del sureste de Asia.

No existe una documentación sobre el descubrimiento exacto del huevo centenar, pero se estima que fue hace más de 500 años en la Dinastía Ming. A pesar del paso del tiempo, su preparación no ha cambiado. Se necesita lima, sal, cenizas de madera quemada y una fuerte infusión de té negro. A esta mezcla se le agregan huevos de pato o pollo y se remojan desde 7 semanas a 5 meses.

Su preparación no es muy complicada, obviamente no tarda cien años en quedar listo. Sin importar como lo llamen, es muy común su consumo en China. Los huevos centenarios pueden ser encontrados en supermercados, puestos ambulantes y restaurantes.

Estos huevos no son los clásicos de yema amarilla y clara blanca, y su apariencia no es muy agradable para quien los vaya a comer: tienen una consistencia gelatinosa, sus tonalidades son café oscuro y verde, y su olor no es mejor, de hecho, lo describen como un hedor parecido al de la orina de un caballo. Dejando de lado su peste, el sabor es inesperado. La textura es cremosa y se sirve con diferentes especias que le dan un sabor picante y dulce.

No hay hora específica para comerlos. Los puedes disfrutar en el desayuno, entre comida, en la cena o como un aperitivo. Y si te gustan mucho, también los puedes disfrutar como postre.