Amor y horror nazi de la periodista, escritora y guionista de radio, Mónica González Álvarez (Editorial Luciérnaga) narra alguna de las historias de amor más impactantes ocurridas en los campos de exterminio nazis y nos ofrece una visión íntima, veraz y desgarradora de lo que se vivió durante el Holocausto porque aunque parezca imposible, en esa tremenda situación, hubo amor y las formas de ese amor fueron muy diferentes y todas impactantes.
Este libro ofrece una visión muy completa y experta de lo que se vivió durante el Holocausto porque la autora ya ha escrito cuatro ensayos de investigación sobre el tema entre los que destaca Guardianas nazis, el lado femenino del mal (2012). En esta ocasión, González Álvarez habla con pasión de este gran trabajo de investigación, dotando de corazón y alma a todas estas historias que ella ha encontrado hablando con expertos de todo el mundo, visitando museos sobre el Holocausto, leyendo centenares de libros hasta que se topó con siete historias de amor de las que podía hablar conociendo bien los detalles y que le robaron el corazón y el aliento.
En diálogo con Infobae Cultura, González Álvarez se confiesa tocada por estas historias y asegura ntender mejor muchas conductas humanas. Habla con fervor del Holocausto y del amor y su visión deja ver algo de luz en el ser humano.
-¿Puede el amor surgir en cualquier circunstancia?
-El amor en este libro es un protagonista en si mismo. Están los protagonistas y luego está el amor y como tercera pieza, está el amor con los protagonistas. Serían tres claves: el amor, los personajes y el amor y los personajes. El amor es atemporal y es lo que he querido demostrar con este libro. El amor al final no entiende ni de religión ni de ideologías, ni de género ni de sexo. El amor puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar porque el amor es el sentimiento que todos necesitamos para seguir hacia delante y al final el amor en estos protagonistas era el ingrediente principal para decir: quiero vivir, necesito vivir y me aferro a algo. Había gente que se aferraba a la religión y a la fe y mis personajes se aferraban al amor, al amor que sentían, al amor que necesitaban y es verdad que muchos de ellos cuando llegaron a los campos no estaban enamorados y encontraron el amor dentro de un campo de concentración.
–¿Podemos hablar de un amor por necesidad o de un amor más romántico?
-A alguien a quien le quitan de comer y de beber y le despojan absolutamente de todo incluso del tema emocional y de la dignidad, necesitan que le quieran y a lo mejor es verdad que esas personas buscaban o tenían necesidad de amor y de cariño pero luego eso con los años se puede diluir y sin embargo, estos personajes tras salir del campo de concentración han estado sesenta y setenta años juntos. De hecho, el otro día, Howard, uno de los protagonistas de mis siete historias, me mandó un correo diciéndome que celebraba su sesenta aniversario junto a su mujer Nancy y que se acordaban de mí y me daba las gracias porque estaba orgulloso de que su historia fuera a ser conocida gracias al libro.
–Supongo que uno de los aspectos más complicados a la hora de escribir este libro, habrá sido encontrar a los protagonistas y familiares de estas historias.
-Las organizaciones y asociaciones judías, las comunidades, bibliotecas, museos, periodistas e investigadores me han ayudado muchísimo en esta tarea y el museo judío de Berlín me ha ayudado especialmente. Un factor importante han sido las redes sociales para encontrar a los hijos y nietos de estos protagonistas. La tecnología ha sido básica porque a la hora de hablar con los protagonistas de mis historias o sus familiares, hacia videoconferencias.
–Su faceta de periodista y su experiencia en los otros ensayos le ha allanado algo el camino?
-Este es un libro de investigación. El ser periodista ayuda pero habrá periodistas que no sepan hacer investigación. Yo nunca he escrito una novela pero tal vez podría empezar a hacerlo a raíz de este libro por la forma en la que he contado estas historias. Para mí la investigación me resulta farragosa pero luego, cuando encuentras ese dato o te encuentras con los protagonistas de estas historias tan conmovedoras y te das cuenta de que todo el esfuerzo ha merecido la pena.
–Lo que le delimitó el número de historias de amor que cuenta fue que una premisa fundamental para usted era que los protagonistas estuvieran vivos o por lo menos sus hijos o nietos ¿no?
-Así es. Son historias reales, me las han contado de primera mano y la verdad es que a la hora de contar estas historias, he querido novelarlo un poco para llegar mejor a la gente y porque viví de un modo muy directo y personal estas historias. Este es un libro muy personal e íntimo y sobre todo estoy muy orgullosa de él por los testimonios conseguidos.
–¿Cuáles fueron para usted las historias más impactantes?
-Para mí las más especiales son las de Paula y Klaus Stern y Howard y Nancy Kleinberg porque precisamente ellos me han contado sus historias directamente. Quizás la que más me ha llegado al corazón es la de Howard y Nancy por cómo ha sido su historia, una historia muy cinematográfica y por cómo esos dos abuelitos me abrieron su corazón. Ellos lloraron mucho conmigo y yo con ellos. Fueron unas charlas muy emotivas y con una relación muy cariñosa con ellos. Quiero ir a visitarles a Toronto, me han invitado muchas veces y sé que iré. También impresiona el mensaje que quisieron lanzar. Cuando yo les pregunté que qué querían contar, ellos me contestaron: Mónica, que no se olvide la historia, que no se olvide lo que pasó en la II Guerra Mundial, que no se ignoren los crímenes, que nos deis voz, que seas tú mi altavoz para contar mi vida, mi historia, cómo lo viví, cómo me enamoré de mi mujer y que los jóvenes no os perdáis en tonterías de celos, de posesiones… El amor no es eso, el amor es respeto y comprensión. Los valores que hemos dado a mis hijos y a mis nietos son esos, respeto, nada de venganza, ni odio a los nazis. No hemos olvidado lo que nos han hecho, no podemos perdonarles pero no queremos tampoco odiar porque el odio no lleva a ningún lado. Que dos personas así, que han pasado tantas calamidades, que han visto la muerte y el horror tan de cerca, que han perdido a toda su familia en los campos de concentración, te hablen de respeto y no de odio o de venganza, es una gran lección de vida.
-¿Pueden haber perdonado estos protagonistas del libro?
-No, no han perdonado ni olvidado pero tampoco quieren venganza, quieren que la gente conozca sus historias y que la gente no olvide y que no se vuelvan a cometer ese tipo de atrocidades y que los seres humanos nos respetemos y que comulguemos en nuestras diferencias, que no haya nada que nos separe y que sea el amor al final el que nos una. Ese es el mensaje que más o menos me daban todos
-¿El mundo no aprende?
-No hay mas que mirar a los sirios, cómo les han matado, pensemos en los campos de concentración en Rusia… Incluso hay campos de concentración para homosexuales en Chechenia. ¿Cómo es posible que a la gente que sea diferente a ti le tengas que extraer de la sociedad y exterminar porque a ti no te gusten? Eso sigue existiendo y el mayor problema es que no aprendemos porque creo que al final el ser humano es tan egoísta que lo que prima es el dinero, el poder, la política y estar por encima del resto. Hitler fue un dictador porque impuso sus ideas a un pueblo como fue el pueblo alemán y luego hizo el Tercer Reich y muchos políticos de hoy en día, de muchos países, imponen sus ideas pese al criterio de los ciudadanos. Lo que tiene que mirar un dirigente político es el bien de la comunidad, de la sociedad y no el bien propio, sus intereses económicos o políticos.
-Como periodista ¿viajaría a algún país gobernado por algún político que acaba de definir?
-No iría a Rusia por ejemplo. Rusia da miedo. No puedo visitar un país con cuyas ideas no comulgo porque antes que periodista soy persona y hay cosas que no haría por principios. No puedo ir a un país donde tratan así a un sector importante de la población.
-¿Qué nos hace malos? ¿Cómo gente culta y preparada, puede llegar a ser mala?
-El ser mala o buena persona creo que te hace serlo el contexto en el que vives, la educación, dónde has crecido, dónde has nacido, quiénes son tus padres, quiénes son tus amigos, pero no te hace ser mejor o peor persona ser alguien culto, amante de la música o de las letras porque grandes asesinos de la historia, han sido grandes amantes de la música clásica, y grandes y buenas personas también han sido amantes de la música clásica. No tiene nada que ver. Yo creo que toda persona es víctima de dónde se ha criado y cómo se ha criado. La educación creo que es clave junto con la inteligencia emocional. Muchos de estos nazis carecían de esta inteligencia emocional y les daba igual la vida humana. Lo que caracterizaba a los nazis es que se sentían superiores y no sabían empalizar, de ahí que hayan sido grandes sicópatas la mayoría de ellos y muchos estaban casados y luego mataban cuando llegaban a un campo de concentración y la gente se pregunta que cómo es posible y la respuesta creo que es que cuando tú matas algo que no te gusta es porque no empatizas, no te importa, no te llega al corazón y lo justificas pero ojo que no les maten a su gente. Veían el asesinato con mucha distancia. Decían que no era un crimen lo que estaban haciendo sino que era una labor social, una limpieza racial y que estaban haciendo un bien a la humanidad.
-¿Qué era el Canadá?
-El Canadá era el barracón de Auschwitz donde llegaban todas las pertenencias de los prisioneros como relojes, joyas, dinero, todo lo de valor, y allí las prisioneras lo que hacían era organizar esas pertenencias, apuntar lo que eran y luego se empaquetaban y se distribuían a Alemania, para el Tercer Reich y allí trabajaban algunas supervivientes como mi protagonista, Helena Citrónová. Cuando llegabas a Auschwitz te indicaban en qué barracón te tocaba trabajar. A Citrónová no le tocó ese barracón. Ella se metió allí porque sabía que se vivía mejor porque allí les daban de comer caliente, se podían duchar, no les rapaban la cabeza y ella se coló porque una interna había fallecido, se encontró Helena con el pañuelo que llevaba y se lo puso y la “capo” que era la prisionera que supervisaba a sus compañeras que también trabajaban allí se dio cuenta y le dijo: “Tú no eres de aquí, te vamos a llevar a la cámara de gas”, pero en ese momento entraba en el barracón Franz Wunsch, el oficial de las SS tan criminal y terrible y alguien dijo: “¡Es su cumpleaños, que alguien le cante el cumpleaños feliz!” y entonces Helena, le cantó y gracias a eso, él le salvó la vida porque dijo: “A esta chica, dejadla aquí” y gracias a él, ella siguió viviendo, la hermana de Helena siguió viviendo, los niños no porque les ajusticiaron, desgraciadamente.
“Tuvo mejor calida de vida, le daban algo más de comer, algo más de ropa y él arriesgaba su vida para estar con ella y para ayudarla. Pese a que él odiaba a los judíos, se enamora de ella -que es una eslovaca judía- y ella odiaba a los nazis pero al final acaba diciendo, “hubo un momento en el que le amé”, pero yo hablo de la gratitud ambigua, de esa gratitud en la que se mezclan muchos sentimientos. Ella sentía agradecimiento hacia su captor por haberle salvado la vida porque al final de la historia, cuando él le dice, “vete a ver a mis padres a esta dirección de Viena”, ella rompe la nota y no se va a esa dirección porque recuerda lo que le dijo su padre: “no olvides jamás quién eres”. Eso sí, luego cuando Helena tiene la oportunidad de ayudarle, va a testificar al tribunal y dice que realmente ella está viva por él. El le ayudó en el campo y ella le ayudó a no entrar en la cárcel. Es una historia muy bonita de amor donde no hay sexo, no hay un acercamiento físico pero hay unos sentimientos profundos, sobre todo por parte de él y gracias al amor, él se transforma como ser humano y ese es el mensaje, el amor es transformador, te cambia, es bueno, es enriquecedor. Y es lo que él contaba en el tribunal antes de la sentencia, que fue favorable y jamás entró en la cárcel”, agrega.
Este libro viene a decir que el amor es el motor del mundo, es el motor del ser humano y el motor que debería guiarnos todos los días porque cuando uno está acompañado, las penas son menos pena. El amor mueve el mundo y te ayuda a mirar hacia delante y a tener un objetivo claro en la vida. El amor es el motor que debería guiar al mundo.