Uno viajó a París en busca de la fortuna artística y otro dejó su Pittsburgh natal por Nueva York para trabajar como artista comercial, pero ahora Pablo Picasso y Andy Warhol se encuentran con una exposición del creador estadunidense en el Museo Picasso de Málaga, al sur de España.
Este encuentro irrepetible se prolongará hasta el 16 de septiembre y en este periodo convivirán la colección permanente del Museo con casi cuatrocientas piezas de Warhol en la versión más completa de una muestra que ya ha pasado por Barcelona y Madrid, donde ha recibido casi medio millón de visitas.
Para Patrick Moore, director del Museo Andy Warhol de Pittsburgh, supone «un honor» estar «en la cuna de Picasso» para mostrar «el trabajo de Warhol y cómo hizo su trabajo» y para «contar algo nuevo» de este artista, que tiene en común con Picasso que la obra de ambos haya «crecido con el paso de los años».
La idea de juntarlos surgió cuando José Lebrero, director artístico del Museo Picasso y comisario de la exposición, pensó «en un artista del siglo XX que resistiera un encuentro con Picasso, y fue Warhol».
El americano creó «iconos universales que fueron más allá de las fronteras de los museos y las galerías de arte para insertarse en el imaginario colectivo», apuntó Lebrero, que resaltó además la «falta de interés de Warhol por crear una obra única» y su deseo de «trabajar como un artista comercial y de producir mucho y bien».
En la exposición no faltan la lata de sopa Campbell, los retratos de Marilyn Monroe, Jacqueline Kennedy, Elvis Presley o Liz Taylor o su trabajo en el cine experimental, con pequeñas piezas de cuatro minutos en las que filmó a personajes como Bob Dylan, Allen Ginsberg, Marcel Duchamp, Salvador Dalí oSusan Sontag.
Este recorrido por tres décadas de creación arranca en los momentos en que todavía no es un artista conocido y, fiel a su principio de que no supone ningún problema copiar o repetir, emplea en algunas obras la técnica de la línea borrada, en la que siluetea un perfil y, calcando, hace una copia.
Siendo ya un diseñador reconocido en Nueva York, quiere saltar al arte serio de las galerías y crea obras en las que suele dejar detalles biográficos, además de unir un interés por la armonía, la belleza y la luz con la presencia constante de la anomalía.
Después llegan los años en que los mitos religiosos son sustituidos por los del cine y la música, y un mitómano Warhol, siempre angustiado por la muerte, pinta a Marilyn después de saber que ha sido encontrada muerta o a Jackie tras el asesinato de su marido John F. Kennedy.
Otra sala recoge las creaciones de Warhol para The Rolling Stones, The Beatles, Michael Jackson, Aretha Franklin y The Velvet Underground, además de su trabajo como director de la revista Interview.
Sensible a los acontecimientos de su época, reaccionó al cataclismo que supuso en EU el primer encuentro del presidente Nixon con el dirigente chino Mao Tse-Tung pintando una serie de retratos de un «Gran Timonel» muy femenino, con los labios de color carmín y casi maquillado como un personaje de la noche neoyorquina, que también se pueden ver en Málaga.
El periplo concluye con un Warhol que en los años 70 plasma elementos de la iconografía comunista como la hoz y el martillo y que en los 80, convertido ya en gran mito, retrata a personajes como Giorgio Armani, el Sha de Persia, su tercera esposa, Farah Diba, o también el escultor malagueño Miguel Ortiz Berrocal.