Los detalles de una antigua leyenda según la cual el famoso artista italiano Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) fue estampado en un monumental y precioso tapete, podrá ser descubierta por los visitantes de una muestra de tesoros vaticanos que abrirá al público en la Ciudad de México el 21 de junio.
Titulado “Urbano VIII consagra la Basílica de San Pedro” el gobelino es, quizás, la obra más destacada de la exposición “Las grandes colecciones vaticanas. De Pedro a Francisco, dos mil años de arte e historia”, que podrá ser visitada en el Museo del Colegio de San Ildefonso hasta el 28 de octubre próximo.
“Aquí nos encontramos ante lo que fue un evento importante de la época barroca: la nueva consagración de la Basílica de San Pedro querida por el Papa Urbano VIII Barberini, uno de los Papas del siglo XVII”, explicó, en entrevista con Notimex, Alessandra Rodolfo, curadora de la exhibición mexicana.
La también responsable de la Sección Tapetes y Telas de los Museos Vaticanos, explicó que la original basílica vaticana, mandada a construir por el emperador Constantino había sido demolida, y en su lugar fue construida la actual basílica, consagrada nuevamente por el Papa en 1626 a la presencia de una multitud.
“(En el tapete) el Papa es representado con el báculo pastoral en el acto de consagración (del templo) junto a sus dos sobrinos, Tadeo Barberini, que era prefecto de Roma y Francesco Barberini, un potente cardenal romano quien ordenó la realización de la obra”, añadió.
Datado entre los años 1671 y 1673, el “arazzo” (palabra italiana usada para referirse a un tapete ornamental) fue tejido con lana y seda. Con sus cuatro metros de altura por 5.19 metros de ancho, normalmente se expone en la “Galleria degli Arrazzi” de los Museos Vaticanos.
La pieza, de inestimable valor, esconde algunas historias sugestivas. Entre ellas la presencia de un personaje secundario que algunos estudiosos atribuyen al famoso artista Bernini.
“La leyenda narra que en ese tapete está representado un gran protagonista de la historia del arte, es decir Gianlorenzo Bernini, el gran escultor que parece haber sido colocado en uno de los ángulos derechos”, explicó la curadora.
“Detrás de él, en lo alto, se puede ver la representación del baldaquino de San Pedro, una de las obras más memorables de la historia de la Iglesia realizada justamente por Bernini”, abundó.
Advirtió que, en la misma obra, aparece en forma indirecta y sutil Francesco Borromini (1599-1667), otro conocido artista y célebre rival de Bernini. Pero él no aparece con su rostro, sino a través de sus realizaciones.
Borromini, de hecho, talló las grandes cruces gamadas que, con motivo de la consagración de la basílica, fueron colocadas en sus columnas y que aparecen justo sobre el Papa Urbano VIII.
Además, en los cuatro ángulos del gobelino, pueden admirarse grandes sellos en forma de abeja, símbolo característico de la noble familia Barberini, de la cual formaba parte Urbano VIII pero también su sobrino Francesco, quien decidió homenajear la memoria de su tío con varias obras similares.
De hecho, la consagración de la basílica es sólo uno de varios tapetes parte de una colección que inmortaliza diversos momentos en la vida del Papa y que fueron realizados en una bodega creada en Roma por el propio sobrino Francesco.
“Barberini había estado por una misión política en Francia, ahí le impresionó el arte del tapete que era muy famoso y quiso construir en Roma una fábrica de gobelinos que pudiese competir con las grandes manufacturas europeas o italianas, como las florentinas”, precisó Rodolfo.
Así implantó una bodega que pudiese responder a la demanda avanzada por nobles y purpurados de estas piezas, consideradas entonces de grandísimo valor.
“Hoy los tapetes cayeron en desuso, pero en aquella época se contaban entre las obras más exclusivas, incluso por encima de las pinturas. Eran un ‘status simbol ‘y lo demuestra el hecho que cuando León X quiso participar en la decoración de la Capilla Sixtina lo hizo con estupendos gobelinos”, añadió la curadora.
“Eran mucho más costosos de los cuadros porque los tejidos exigían un periodo muy largo de trabajo, además de que los mismos materiales hechos de hilo de lana o de seda eran muy preciados y requerían de contactos comerciales en las rutas internacionales”, comentó.
Estableció que, a lo largo de los años, esta obra ha dejado los Museos Vaticanos en contadas ocasiones y no ha sido prestada desde hace muchos años, por tratarse de una pieza frágil, con riesgo constante de ruptura.
“Elegimos esta pieza (para mandar a México) porque tiene un significado muy fuerte: la consagración del templo más importante de la cristiandad, el lugar donde fue sepultado Pedro, y que se vincula directamente con la figura del pontífice como jefe espiritual de la Iglesia”, subrayó.
Apuntó que “cuando podemos evitar su préstamo, lo evitamos. Son obras que, para verlas, hay que venir al Vaticano. O ir a México, al menos por esta vez”.