El escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) tuvo una aspiración suprema: ‘‘la felicidad”, sostienen sus biógrafos, la mujer con la que compartió el final de su vida, María Kodama, y muchas personas que lo conocieron y con quienes comulgó ante el fulgor por la dicha.
Quizás la forma más elocuente y directa para alcanzar ese estado de placidez y satisfacción era a través de los libros, de la literatura, del pensamiento. Por eso Borges tenía una biblioteca personal, la más íntima y secreta, formada por unos 2 mil ejemplares, que eran a su vez ese eslabón hacia la ‘‘felicidad”.
Con la finalidad de explicar ese afán metafísico y vital de Borges por la ‘‘felicidad”, la fundación que lleva su nombre, su viuda, María Kodama, y la editorial Paripé Books publican La biblioteca de Borges, obra en la que mediante fotografías se hace un recorrido por las inquietudes y preferencias del escritor, que, como él reconocía, disfrutaba más leyendo que escribiendo.
Esa iniciativa editorial, dirigida por uno de los máximos expertos en la obra de Borges, Fernando Flores Maio, se centra en los libros de los que se valió el autor de El Aleph para diseccionar la realidad, escudriñar en los misterios del alma y someter al pensamiento a empresas que culminen en esa aspiración última de la felicidad.
Casi de forma azarosa, en una charla de café, se habló de las leyendas urbanas que seguía produciendo la figura de Borges en Argentina, pero sobre todo en Buenos Aires, donde es habitual que sigan las especulaciones sobre su vida –incluida la supuesta presencia del escritor en un bar del barrio de Palermo, donde sigue escribiendo sonetos y cuentos.
También han brotado leyendas urbanas sobre su biblioteca; que si no existe, que si existe pero está escondida y pertenece a la imaginería fantástica de sus cuentos.
Finalmente decidieron hacer un libro sobre y de ‘‘la biblioteca de Borges”, de esos 2 mil ejemplares, la mayoría de filosofía y religión, que formaban parte de sus lecturas más recurrentes, que leía y releía y le habían otorgado quizá las mayores y más importantes enseñanzas vitales. Destacan, por ejemplo, varias ediciones de La divina comedia, de Dante Alighieri; La Ilíada, traducida por Alfonso Reyes, cuyo ejemplar está dedicado de puño y letra a Borges. También hay títulos de Tomas Carlyle, Schopenhauer, Unamuno, Dickens, De Quincey, Quevedo, Henry James, Homero, Stevenson, Conrad y Cocteau.
La novedad bibliográfica incluye un texto introductorio, escrito por Kodama, y otro de Flores Maio, y el resto son las fotografías captadas por el joven Javier Agustín Rojas. En las imágenes se ven con claridad las preferencias filosóficas de Borges, que siempre destacaba por la selección de las obras como por las anotaciones que hacía a sus libros, su búsqueda infatigable de la felicidad. Y se explica así por qué en una de las baldas en las que descansan sus libros decidió escribir la cita de Thomas De Quincey: ‘‘A nadie debo tantas horas de felicidad personal”.
‘‘Él disfrutaba leyendo a otros autores y quería que el resto de los lectores también disfrutaran de ellos. Porque él sólo aspiraba a la felicidad, como cualquier ser humano, y siempre estaba dispuesto a compartir esos secretos hacia ella”, explicó Kodama durante la presentación de la obra en la Casa de América de Madrid.
Aunque Kodama conoció a Borges cuando éste ya estaba ciego, todavía recuerda cómo le pedía que le leyera fragmentos de alguna obra y que ‘‘le buscase tal libro, que se encontraba en tal estante. Tenía una memoria prodigiosa. Sabía dónde estaba cada uno de sus ejemplares”.
Mientras, el coordinador del proyecto, Fernando Flores Maio, explicó que la mayor parte de sus libros están relacionados con la filosofía y la religión. Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, que sus estantes estarían repletos de libros de relatos, cuentos o poesía, en lo que centró de manera particular su atención fueron en esas lecturas. Siempre le interesó la filosofía oriental y la forma en que trataba los temas éticos y las personas. Las obras que no le gustaban jamás las conservó, porque las regalaba enseguida
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En cuanto a las anotaciones escritas por Borges en los libros, el autor de La biblioteca de Borges explicó: ‘‘No existe un denominador común. Sólo son aspectos que le llamaban la atención y que le podían ayudar a redondear una idea’’.