El idilio del fotógrafo mexicano Javier Hinojosa con la naturaleza y los paisajes se inició hace un par de décadas en la selva Lacandona, cuando se vio de repente atrapado por los troncos y sus sombras perennes, por la frondosidad de las hojas, por el silencio de una tierra que le sacudió el alma y la conciencia.
Ahí descubrió que la mejor forma de denunciar cómo ultrajamos a diario el medio ambiente es mostrar con sus fotografías la inmensa belleza que habita en un volcán en erupción, en un mar de nubes y montañas, en un árbol solitario en mitad de una playa desierta.Madrid. El idilio del fotógrafo mexicano Javier Hinojosa con la naturaleza y los paisajes se inició hace un par de décadas en la selva Lacandona, cuando se vio de repente atrapado por los troncos y sus sombras perennes, por la frondosidad de las hojas, por el silencio de una tierra que le sacudió el alma y la conciencia.
Ahí descubrió que la mejor forma de denunciar cómo ultrajamos a diario el medio ambiente es mostrar con sus fotografías la inmensa belleza que habita en un volcán en erupción, en un mar de nubes y montañas, en un árbol solitario en mitad de una playa desierta.