El historiador mexicano Jaime Cuadriello será el encargado de revisar y actualizar la transformación de la pintura virreinal o colonial para el Museo del Prado de Madrid, que por primera vez otorga su prestigiosa cátedra a un experto latinoamericano. El profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto de Investigaciones Estéticas hará un análisis a través de cuatro destacados pintores, tres españoles trasladados a Nueva España y uno latinoamericano: el vasco Baltasar de Echave Orio, el sevillano Sebastián López de Arteaga, el valenciano Rafael Ximeno y Planes y el mexicano Juan Rodríguez Juárez.
Las conferencias se realizarán en noviembre en la pinacoteca madrileña, con las que pretende aportar luz sobre la riqueza estética del arte virreinal y luchar contra la visión etnográfica que se sigue teniendo en España del arte creado en aquellos siglos.
En entrevista con La Jornada, Cuadriello lamentó que en México todavía no haya una ley que proteja al arte virreinal, como sí la hay para el arte precolombino, y denuncia el saqueo y el tráfico ilegal de este arte, que se concentra en Estados Unidos, en colecciones privadas.
–Se está acuñando una visión del arte virreinal, ¿cuáles serían esos elementos novedosos?
–Vivimos en un país en el que la ideología ha pesado mucho, sobre todo la ideología nacionalista, porque tenemos una población mayoritariamente mestiza y pueblos que han estado ahí durante centurias sin que hayan tenido la representación cultural que merecen. Somos un Estado que a veces se comporta como mestizo y otras como criollo, pero siempre estamos peleados con la idea del pasado y de haber compartido una experiencia colonial durante tres siglos que nos hace pensar que todo colonial, especialmente las imágenes, que son tan poderosas, acaban siendo un resabio de aquella dominación.
“También prevalece la idea de que la pintura de los siglos XVII y XVIII era sólo religiosa, verdad en muchos casos, porque quien pagaba para la creación de esas obras era la Iglesia. Pero la realidad es mucho más compleja, porque también había géneros distintos, como la mitología, el costumbrismo, los biombos, enconchados… Pero lo que nos ha llamado más la atención es la función de esas obras.”
–¿Se refiere al sincretismo y a la función social del arte?
–Sí, por un lado ese sincretismo y por otro esa función social que revela las tensiones y conflictos. A través de cualquier imagen se representaban ante los demás. En ese arte virreinal estarían representadas todas las corporaciones en conflicto. La gente se representaba contando historias, en las devociones, y muchas veces el individuo no existía como tal, sino como corporación o cofradía. Y quienes pagaban esa pintura muchas veces lo hacían para tener representación política, para refrendar un pacto de poder, pues no hay que olvidar que la pintura tiene un enorme valor jurídico en los retratos y los escudos. De hecho los indígenas representaban así su genealogía y su territorio en sus códices coloniales.
Persiste la visión etnográfica del arte colonial
–¿Cuándo empieza realmente el arte virreinal a interesarse por la cultura precolombina? Hay quienes la sitúan en el siglo XVIII.
–El anticuario es un figura del siglo XVIII. La cultura precolombina siempre estuvo ahí. La miraron los primeros franciscanos con una visión etnógrafa, pero les asustaba la carga idolátrica, así que no la llegaron a plasmar en las obras, mucho menos con un afán estético. En el siglo XVIII se inventa la estética, la idea de lo bello, de lo sublime y, por tanto, la antigüedad prehispánica les parecía monstruosa. Sin embargo, el interés por el pasado emerge con una vocación de recuperar toda esa riqueza. También los criollos durante el siglo XVIII hicieron su parte, cuando se descubre el calendario azteca y empieza a germinar la idea de la grandeza que tuvo el imperio mexicano. Cuando Clavijero escribe su historia de México ya expurga al diablo por ese espíritu ilustrado que había nacido. Y ese arte empieza a ser valorado más por su cuota histórica que estética. Supongo que la superposición cultural de los primeros siglos de Colonia impidió que se mirara con naturalidad el pasado prehispánico…
Desde luego, y ese es otro gran atractivo, analizar cómo se van incorporando los temas americanos, que se incorporaron desde el principio con la presencia del indio en los retratos, pero también por las técnicas y materiales. O sea, la cochinilla, que es un tinte tlaxcalteca-oaxaqueño, llegó a Venecia. Muchas lacas se ligaban con rama de maguey en lugar de aceites. Es decir, la tradición prehispánica también dejó su impronta.
–¿En España ya se superó la visión etnográfica que existía o existe sobre el arte colonial?
–A escala de público y de instituciones se sigue teniendo una visión etnográfica y no artística del arte del virreinato. El circuito de los museos del primer mundo, sobre todo en Estados Unidos, Reino Unido y Francia, se está exponiendo con mucho interés el arte de esa época con un intereses estético, con lo que queda aún más patente el rezago en España. Es verdad que aquí se ha exhibido ese arte, pero no ha despertado una nueva mirada sin prejuicios.
–¿A qué atribuye que se concentre gran parte del legado del arte virreinal en Estados Unidos?
–A varias cosas: primero a que Estados Unidos fue y sigue siendo territorio mexicano. De origen, ahí estaba la pintura colonial, en las misiones. También a la migración cultural y a la fuerte presencia de la comunidad mexicana también hace que en ahí se piense en nosotros no sólo en términos raciales, sino también culturales. Otro factor es el cansancio del coleccionista por comprar arte europeo, que no sólo es más caro, sino que es más de lo mismo. Mientras comprar arte colonial es más barato y más novedoso. También quizá porque el coleccionista estadunidense ha tenido un espíritu enciclopédico que le hace tener la vocación de tener todo de todo el mundo.
–¿Ha favorecido a esta migración de arte virreinal a Estados Unidos que en México no se haya protegido como era debido?
–También. No hay leyes que protejan ese bagaje. A diferencia de Perú, donde sí las hay, en México sólo el arte prehispánico está salvaguardado de manera legal. También hay que decir que el tráfico ilegal existe y es penoso. Las comunidades están lastimadas por el saqueo, el robo y la aniquilación.
–¿Qué medidas urge desarrollar desde las instituciones públicas?
–Lamentablemente, como nuestros museos ya están atiborrados no les interesa adquirir ni restaurar. Entonces los que están restaurando son los empresarios. Creo que si vamos a tener un gobierno austero, transparente y comprometido con los intereses de las comunidades también debemos tener un gobierno comprometido con el patrimonio. Antes de inaugurar museos o de gastar dinero en proyectos me gustaría que hubiera una política real de recuperación del patrimonio, y que los mismos museos se dignifiquen y se consoliden con profesionales al frente.