Las participantes en el primer Encuentro Latinoamericano de Artistas: tejedoras, alfareras, bordadoras, carpinteras y productoras de lana concluyeron que ‘‘las empresas están obligadas a respetar nuestros derechos humanos’’ y deben ‘‘ser castigadas ante cualquier plagio que hagan de nuestros trabajos”.
Al finalizar ese foro de cuatro días, que congregó a 240 mujeres de 25 organizaciones de México, Colombia, Guatemala, Argentina, Paraguay, Ecuador, Chile, Estados Unidos y el País Vasco, reiteraron su exigencia de que se frenen los plagios de sus diseños y que se respeten sus saberes ancestrales, cada día más amenazados.
Plantearon ‘‘recorrer cada estado donde sabemos que hay artistas como nosotras, convocarlas a unirse por la defensa del patrimonio cultural, propiedad intelectual colectiva y el no a la privatización de nuestros saberes ancestrales.
‘‘Nuestras ancestras –dijeron– no tenían visto comercializar nuestros tejidos, pero el avance del capitalismo nos orilló a hacerlo frente a la extrema pobreza en la que los pueblos originarios hemos vivido.”
Por tanto, ‘‘nos toca defender estos saberes y no permitir que nos exploten, nos discriminen y se tengan prácticas racistas hacia nosotras”, al tiempo que se manifestaron por ‘‘crecer y lograr un movimiento amplio, con objetivos claros, misión y visión”.
Artistas, no artesanas
Uno de los acuerdos es ‘‘dejar de llamarnos artesanas y asumirnos como artistas, porque lo somos; es tiempo de valorar nuestro trabajo como arte”.
Convinieron en que ‘‘si hay un diálogo o encuentro con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, diputadas o senadoras, debe hacerse de manera colectiva con representación de cada organización, colectivo y/o cooperativa; nada a título individual”.
Denunciaron ‘‘la falta de respeto de las dependencias de migración, las embajadas de México en países latinoamericanos, la Fiscalía General de Chiapas, que dieron trato de delincuentes a nuestras hermanas que deseaban llegar al encuentro; compañeras de Guerrero, provenientes de Cuajinicuilapa, zona afromexicana, fueron detenidas al cruzar la división entre Oaxaca y Chiapas; desvalijaron el automóvil en el que viajaban, las bajaron, registraron sus cosas; iban con un compañero afrocolombiano. Nos indigna este trato; xenofobia, racismo y discriminación”.
Añadieron que ‘‘a las compañeras de Guatemala les hicieron un cobro excesivo por trasladar sus productos; es indignante que el Estado mexicano trate de esa manera a nuestras hermanas y hermanos. Los pueblos originarios no somos criminales. Que actúen las autoridades con quienes nos han robado recursos económicos y se han hecho millonarios a costa del pueblo y del trabajo de las mujeres”.
La tejedora guatemalteca Angelina Aspoac dijo que sus diseños textiles son parte de su identidad, por lo que deben ser preservados. ‘‘En los tejidos está la historia de nuestros pueblos, de cada comunidad, su historia y contexto.
‘‘Cada día disminuye el número de tejedoras. Se está perdiendo ese conocimiento. Un factor es el tema económico porque el sistema orilla a los pueblos a abandonar su arte y los despoja de sus tierras. Los habitantes son obligados a salir de su comunidad”, añadió la indígena kaqchikel, originaria de Santiago Zacatepéquez, Guatemala.
Relató que parte de la indumentaria, como el huipil que usan los pobladores de ese lugar, era confeccionada en una aldea vecina porque ya no había tejedoras, con lo que se perdió la capacidad de vestirse con prendas hechas por ellas.
Ante tal situación, dijo, en 2005 ‘‘se abrieron escuelas de tejido y ahora en mi comunidad hay mil 500 tejedoras, con lo que recuperamos el arte; ahora las mujeres tejen y no necesitamos encargar los huipiles”.
Consideró que ‘‘las personas deben de tener la capacidad de elaborar su propia ropa y no esperar a que las empresas la hagan; no debería ser necesario tener que trabajar para comprarla, pues de esa forma perdemos parte de autonomía como pueblos”.
Refirió que hace tres años las tejedoras se reunieron en Guatemala y presentaron una acción de inconstitucionalidad; se hizo un análisis de las leyes que regulan la propiedad intelectual o protección de las artesanías, pero ninguna reconoce a las tejedoras o pueblos indígenas como sujetos de derechos.
El año pasado la Corte emitió una resolución favorable, ‘‘dándonos la razón acerca de que no hay leyes que protejan nuestros textiles y exhorta al Congreso a legislar para la protección de la propiedad intelectual sobre nuestros textiles”.
Dijo que ‘‘desde hace tres años nos organizamos y trabajamos en una propuesta de ley que ya tenemos casi terminada. Pero somos un poco escépticas, porque en más de 20 años las iniciativas no han pasado’’.
La tzotzil Magdalena López López, originaria de Vayalemó, municipio de San Andrés Larráinzar, en los Altos de Chiapas, consideró ‘‘importante dejar los símbolos en los tejidos”, hizo un muestrario y rescató un diseño de tapete que se está perdiendo; le llevó dos años confeccionarlo y cuesta 200 mil pesos.
‘‘Si no hago esto, mañana no va a estar ese diseño; me preocupa que se pierda; por eso recuperé 145 símbolos de ese tapete”, explicó.
‘‘En los tejidos hay muchos dibujos; cientos o miles; al bordar pienso en lo que todavía tenemos como pueblo, nuestra cultura y la herencia de nuestros abuelos. Hay dibujos de ceremonias y tradiciones y es importante dejar esos símbolos, por eso hice un muestrario”, concluyó.