El mito de la supuesta histeria colectiva provocada por la dramatización radiofónica de la novela La guerra de los mundos (War of the Worlds) de H. G. Wells la noche del 30 de octubre de 1938, producida por Orson Welles –– actor, director, guionista estadounidense –– fue en realidad una reacción contra la creciente influencia de la radio, que ganaba terreno en ventas publicitarias contra la industria editorial, pero también producto de un estudio mal realizado cuyos resultados fueron falsificados. La transmisión se produjo en The Mercury Theatre.
Quienes llegaron a escucharla en vivo, según se afirma en el libro Haunted Media: Electronic Presence from Telegraphy to Television (2000) de Jeffrey Sconce, sabían en todo momento que se trataba de una radionovela, y nunca se confundieron con una “transmisión de emergencia”; de hecho la gran mayoría pensaba que se trataba de una broma –– no muy buena ––.
Al día siguiente, sin embargo, los encabezados matutinos de los periódicos enfatizaron la “irresponsabilidad civil” en la que incurría esa clase de programas de Halloween, pretendiendo demostrar que la radio era un medio peligroso para el ciudadano promedio, desacreditando este medio como una fuente confiable de información. Aquello hubiera quedado en el olvido, de no ser por un investigador que se salió con la suya.
La Guerra de los Mundos: El mito de una histeria exitosa
El único estudio que se hizo al respecto fue publicado dos años después, The Invasion from Mars: A Study in the Psychology of Panic (1940), realizado por un equipo encabezado por el doctor Hadley Cantril, de la Universidad de Princeton. Antes de ser publicado, Cantril alardeaba que sus métodos de investigación habían descubierto cómo había ocurrido la histeria colectiva, y aventuraba conclusiones sobre el verdadero poder de influencia de los medios de comunicación electrónicos; sin embargo la evidencia que recopilaron el resto de su equipo contradijo contundentemente sus afirmaciones. Preocupado porque se le retirara el apoyo financiero para su departamento de investigación, Cantril decidió falsificar los datos para justificar sus dichos, algo que décadas más tarde admitiría –– aunque sería demasiado tarde ––.
El libro fue todo un éxito de ventas gracias a una intensa campaña de publicidad, de manera que aquella mentira pudo persistir, convirtiéndose en una ‘noticia falsa’ que al día de hoy es utilizada como referencia, un mito que de manera paradójica ha sido perpetuado por la insistencia de los medios de comunicación.
Lo curioso fue que conforme pasaron los años ocurrió otro extraño fenómeno que envolvió a La Guerra de los Mundos: personas que nunca habían escuchado el programa aseguraban conocer a alguien que sí lo había hecho, convirtiéndose en una leyenda urbana. Muy pronto el número de supuestos testigos se hizo cada vez mayor, superando la cantidad de verdaderos escuchas que hubo en el momento.
Soló el 2% escuchó “La Guerra de los Mundo“
En realidad aquella noche del 30 de octubre millones de radioescuchas en Estados Unidos estuvieron al pendiente de uno de los programas más populares del momento, “Chase and Sanborn Hour”, dirigido por el ventrílocuo Edgar Bergen. Como era de esperarse, las rutinas de comedia y variedades musicales fueron el deleite de todos.
La empresa C. E. Hooper realizó un sondeo para verificar los niveles de audiencia por medio de 5 mil llamadas aleatorias –– en las que los encuestadores preguntaban “¿Qué programa está escuchando?” –– y, para satisfacción de la cadena NBC, la mayoría de los encuestados confirmaron estar al pendiente de aquel programa en particular.
Sólo 2% dijeron estar escuchando un programa de la CBS, al que se refirieron como “el programa de Orson Welles” o “una novela”, pero ninguno llegó a mencionar las palabras “transmisión noticiosa”. Aquella noche de domingo fue bastante tranquila, como era de esperarse, según reportes de la policía.
Mejor no propagar el “pánico”
En la actualidad ningún investigador serio ha podido probar la verdadera penetración que tuvo el Mercury Theatre on the Air aquella noche, eso sin tomar en cuenta que en su momento muchas repetidoras prefirieron no transmitir aquel episodio para favorecer programas locales en distintas regiones, por lo que el número pudo ser mucho menor a lo pensado. De hecho, ni la CBS ni Orson Wells fueron multados por algo.
Una investigación realizada en los hospitales de Nueva York sobre el número de crisis nerviosas o muertes por suicidio que pudieron estar relacionadas con el supuesto pánico, no reveló nada extraordinario que ocurriera aquella noche.