A mediados de la década de 1980, un grupo de arqueólogos estadounidenses estudió detenidamente las imágenes satélitales de la península de Yucatán en México y quedaron desconcertados por lo que parecía un anillo casi perfecto, de unos 200 kilómetros de ancho.
Los expertos descubrieron este patrón -que rodea la capital yucateca, Mérida y las ciudades portuarias de Sisal y Progreso-, mientras intentaban comprender qué había sido de la civilización maya tras haber gobernado a la península, pero la extraña forma circular dejó perplejos a los investigadores cuando presentaron sus hallazgos en satélites durante una conferencia científica llamada Selper en Acapulco, México, en 1988.
Para Adriana Ocampo, entonces una joven geóloga planetaria en la NASA, la formación circular sonaba familiar.
«Tan pronto como vi las diapositivas pensé: ¡Ajá! Momento, esto es algo increíble. Esto podría ser…», dijo Ocampo, ahora directora del programa Lucy de la NASA, que enviará una nave espacial a la órbita de Júpiter en 2021.
«Estaba muy emocionada por dentro pero me mantuve tranquila porque obviamente no lo sabes (a ciencia cierta) hasta que tienes más evidencia» , indicó a BBC News.
Al acercarse a los científicos, con el corazón palpitando, Ocampo preguntó si habían considerado un impacto de asteroide, uno lo suficientemente gigante y violento como para haber marcado al planeta de una forma que aún se puede ver 66 millones de años después.
«¡Ni siquiera sabían de qué estaba hablando!», dice la experta, entre risas, tres décadas después.
Pero la creencia de Ocampo sentaría las bases de lo que hoy, la mayoría de los científicos creen acerca de este anillo: que corresponde al borde del cráter causado por un asteroide de 12 kilómetros de ancho que golpeó Yucatán y explotó con una fuerza inimaginable que se convirtió de roca a líquido.
Desde principios de los años 90, equipos de científicos de América, Europa y Asia han trabajado para develar los misterios que guarda este lugar. Ahora creen que el impacto creó instantáneamente un cráter de 30 km de profundidad, lo que provocó que la Tierra actuara como un estanque después de que le cae una piedra, debido a la fuerza del rebote, se creó una montaña que alcanzó el doble de la altura del Monte Everest, aunque solo por un momento.
En los años que siguieron al cataclísmico, el mundo habría cambiado y se habría sumido en la oscuridad de la noche durante más de un año, mientras que la temperatura en la Tierra se ubicó bajo cero y murió aproximadamente el 75 por ciento de toda la vida en el planeta, incluyendo a casi todos los dinosaurios, pero sin ese impacto, la humanidad podría no haber existido .
«Nos dio una ventaja para poder competir, para poder prosperar, como eventualmente lo hicimos», dijo la especialista.
Hoy, en ese lugar donde todo ocurrió, el impacto está enterrado a un kilómetro por debajo de una pequeña ciudad llamada Chicxulub Puerto, de unas pocas miles de personas, con casas de poca altura pintadas de amarillo, blanco, naranja y ocre, que rodean una plaza modesta.
A primera vista, hay pocos indicios de que este fuera el escenario de uno de los actos más consecuentes y desastrosos de los últimos 100 millones de años de la Tierra.
Originalmente, la idea de que un asteroide gigante había destruido a los dinosaurios fue propuesta por Luis y Walter Alvarez a principios de los años ochenta. «Pero, entonces, fue extremadamente controvertido», dijo Ocampo.
Mientras que en 1978, el geofísico Glen Penfield, junto con Antonio Camargo-Zanoguera exploraron las aguas del Caribe que traspasan la costa en Chicxulub Puerto en busca de petróleo para Pemex. Usando un magnetómetro, Penfield escudriñó las aguas en busca de signos de petróleo, pero encontré la mitad del enorme cráter, sin embargo, la información estuvo bajo la propiedad de Pemex y no se puso a disposición de la comunidad científica.
Un periodista tejano llamado Carlos Byars escribió un artículo para el Houston Chronicle en 1981 relacionando el anillo de Yucatán con la teoría de los asteroides de Álvarez. Más tarde, Byars compartió su teoría con un estudiante graduado llamado Alan Hildebrand, y determinaron que el cráter no era un volcán, sino un impacto de asteroide.
«[Byars] recibe el crédito por ser el primero en juntar las piezas, ¡un periodista!», dijo Ocampo. «Es una historia increíble cuando juntas todas las piezas», agregó.
Y la historia se confirma una vez más, los escombros de los impactos de asteroides en Marte mostraron similitudes con el cráter de Chicxulub, .lo que indica que Marte debió haber tenido una atmósfera mucho más gruesa que ahora, una más cercana a la atmósfera que soporta la vida en la Tierra. «Es importante para nosotros saber qué sucedió en el pasado para estar preparados para el futuro», señaló Ocampo. «Proporciona una visión realmente buena de lo que ha sucedido en la evolución geológica de Marte», indicó.
Pero, en el cráter de Chicxulub, gran parte del increíble conocimiento permanece aún enterrado debajo de la tierra. Es muy poco lo que los visitantes puedan ver, ya que el impacto fue hace mucho tiempo. Los turistas, que visitan uno de los pocos remanentes del impacto, los impresionantes cenotes, donde se puede nadar entre los peces y las raíces colgantes de los árboles, pueden ignorar que estas características geológicas existen solo porque la caliza blanda de las que están hechas fue forzada a la superficie desde la profundidad del subsuelo por el impacto.