Las letras guatemaltecas están hoy de luto por la muerte del poeta quiché Humberto Ak’abal, quien deja un legado con hondas raíces de la cosmovisión maya.
Originario de Momostenango, Totonicapán (1951), Ak’abal era reconocido mundialmente por una veintena de poemarios traducidos a más de 20 idiomas, entre ellos, al francés, inglés, alemán e italiano.
Su obra goza de fama en Europa, Estados Unidos, México y Asia por ser dueño de una de una voz incomparable, según críticos literarios.
El poemario Ajkem Tzij/Tejedor de palabras (1996) fue editado por la Unesco, en tanto el libro Guardián de la caída de agua recibió el Quetzal de Oro en 1993 por la Asociación de Periodistas Guatemaltecos.
En 1995 la Universidad de San Carlos le otorgó el diploma emeritissimum por la Facultad de Humanidades.
Ak’abal ostenta el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars 1997, Neuchatel, Suiza, y el Premio Continental Canto de América, por la Unesco, 1998.
El 29 de julio del pasado año cumplió uno de sus grandes sueños, al presentar un recital de su poesía en Momostenango, donde, visiblemente emocionado, leyó versos en castellano y quiché.
La obra de Ak’Abal es profunda y sencilla, invita al hermanamiento y a la aceptación, y mezcla con éxito elementos de su cultura y su lengua con los de las sociedades modernas», detalla una fuente especializada.
Entre sus publicaciones figuran los poemarios El animalero, Lluvia de luna en la cipresalada y Las Palabras Crecen.
También los libros de cuentos Grito en la sombra y De este lado del puente.
Su deceso tuvo lugar la víspera en el capitalino hospital San Juan de Dios, a donde fue trasladado muy grave poco después de una cirugía intestinal practicada el domingo 27 en su natal Totonicapán.