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Emiliano Zapata, el Atila del sur, padre de la lucha agraria y tanto héroe oficial como símbolo rebelde, es actualmente el personaje “más dinámico” del espectro histórico de México, dice a Efe el historiador Salvador Rueda Smithers.

A punto de cumplirse cien años de su muerte -ocurrida el 10 de abril de 1919- Zapata es el revolucionario más dinámico, el más evolucionado”, explica Rueda Smithers, experto en el tema y Director del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.

Nacido el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Zapata fue General y Caudillo del Ejército del Sur en la Revolución Mexicana, que arrancó en 1910, a la cual dio sustento social con su simbólica lucha por la tierra hasta que murió acribillado en una emboscada por fuerzas gubernamentales.

Rueda Smithers repasa con Efe la evolución de la figura de Zapata desde su muerte a la actualidad, donde por decisión del Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se presenta como uno de los símbolos de su llamada cuarta transformación del país.

“Si hay un personaje de la historia que pueda reflejar lo que la cuarta transformación busca, es Zapata”, señala el experto sobre la figura zapatista, a la que el Gobierno de López Obrador ha elevado al grado de declarar el 2019 como el año del caudillo Emiliano Zapata.

Para Rueda Smithers, Zapata empezó la revolución como “una suerte de azote de la civilización y logró impulsar el “cambio social”.

Asegura que el llamado padre del agrarismo mexicano fue quien “obliga a que la Revolución no sea un evento político, sino de reforma social profunda”.

Zapata ha sido visto en la historia como líder de la resistencia campesina en su lucha por recuperar sus tierras por lo que en el céntrico estado de Morelos, donde transcurrió su lucha, los grandes hacendados lo consideraban una amenaza a su estilo de vida.

El historiador asegura que ya muerto Zapata, y a partir de 1922, su imagen toma diversos rumbos, cuando los Gobiernos emanados de la Revolución lo utilizan como un personaje de la política oficial agraria.

“Se le acartona como un personaje de la política oficial y se le utiliza para oponerlo a los rebeldes dentro de las corporaciones y los partidos dominantes”, precisa el experto.

En el otro extremo, es un “personaje que abandera la idea de la justicia posible en la historia”, ya sea en agrupaciones campesinas no oficiales o en movimientos guerrilleros en el campo y en la ciudad.

Un nuevo rumbo para su imagen se evidencia a partir de 1980, cuando dejó de ser el héroe consentido, el héroe preferido por el oficialismo.

Ello se debe a que deja de ser un personaje solo del campo y se traslada a la ciudad, donde encanta a las clases populares, indica.

Ya en las ciudades, Zapata comenzó a ser visto como “símbolo de la justicia posible” por gente de culturas alternativas o contraculturales.

“Se vuelve el personaje de la revolución más conocido por todos”, asegura el historiador.

Finalmente, su imagen cambia una vez más por el alzamiento en el suroriental estado mexicano de Chiapas del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, que “arrebata completamente al Estado” la figura y control sobre Zapata.

De esta manera, a Zapata se le da sentido diferente al reivindicar los derechos indígenas.

“Aunque los zapatistas no son agraristas”, puntualiza el investigador.

Para el historiador, contribuye a fijar a Zapata en el imaginario popular la representación que hicieron de su figura “sus difusores más importantes”.

Estos fueron los artistas plásticos, y buena parte de esa imagen se refleja en los murales pintados en 1920 en la sede de la Secretaría de Educación Pública de México, en la capital mexicana.

No obstante, el historiador mexicano puntualiza que la imagen de Zapata bebe de una iconografía que no siempre corresponde con la figura histórica.

Parte de ello queda patente en la frase “Tierra y Libertad”, que en realidad no dijo él, pues su lema fue: “Reforma. Libertad. Justicia y Ley”.

De manera paralela a la de los muralistas, surge el Zapata de las zonas proletarias, el que está en el grafiti, en los tatuajes y en una serie de manifestaciones culturales que tienen un peso simbólico que no tiene que ver con el agrarismo.

“Zapata se convierte en otra cosa, probablemente en el símbolo del principio de la esperanza. De que la historia no es siempre negativa y puedes tener algún día la esperanza de tener justicia”, argumenta el historiador mexicano.