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EFE

Los científicos han hallado por primera vez un amonite atrapado en la resina fosilizada de una gota de ámbar que data de hace 99 millones de años, según un artículo que publica hoy Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS),

Los amonites, o ammonoides, son moluscos cefalópodos ya extintos que vivieron en todos los mares en el período devónico de la era paleozoica, entre hace unos 400 millones de años y hasta hace 65,5 millones de años.

Aunque es común hallar organismos terrestres atrapados en ámbar, es raro el hallazgo de organismos marinos.

Un equipo internacional de investigadores, encabezado por Wang Bo, del Instituto Nanjing de Geología y Paleontología de la Academia China de Ciencias, dio cuenta del hallazgo en el norte de Myanmar de un ámbar de 33 milímetros de longitud, 9,5 milímetros de ancho y con un peso de 6,08 gramos.

La gema ambarina contiene al menos 40 animales diferentes que hoy viven tanto en tierra como en el mar.

Los ácaros son los más abundantes entre los de la fauna terrestre, que incluye arañas, milípedos, cucarachas, escarabajos, moscas y avispas de las que habitaban la foresta.

En cuanto a la fauna marina atrapada en el ámbar, aparte del amonite hay gasterópodos y cochinillas marinas (Ligia oceanica) similares a las que se encuentran actualmente en las costas.

La estructura exterior de los amonites luce como el caparazón helicoidal del caracol terrestre.

Los científicos, que inspeccionaron la gema con rayos X y tomografía micro computerizada, obtuvieron imágenes tridimensionales de alta resolución del amonite, que identificaron como un ejemplar joven de la variedad Puzosia (Bhimaites).

El descubrimiento, a cientos de kilómetros de las actuales costas marítimas de Myanmar, llevó a los científicos a preguntarse cómo fue que este pariente extinto del pulpo y el calamar quedó preservado junto con animales terrestres.

El artículo señaló que el amonite y los caparazones de los gasterópodos marinos proporcionan algunas respuestas.

Adentro de la pieza de ámbar se hallaron caparazones vacíos sin tejido blanco, lo cual indica que los organismos habían muerto antes de ser encapsulados en la resina.

El caparazón del amonite muestra una rotura y la entrada a la estructura está llena de arena. El resto de ámbar también contiene arena.

“La explicación más probable de la presencia de organismos terrestres y marinos en el ámbar es que hubo una playa arenosa cubierta con caparazones cerca de árboles que secretaban resina”, añadió.

Es posible que los insectos voladores hayan sido atrapados por la resina a medida que fluía hacia abajo sobre el tronco del árbol, y que, al llegar a la playa capturó los caparazones vacíos y las cochinillas vivas.