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ElDiario.es/SinEmbargo

“Es un bucle sin fin“. Así define su trabajo para ElDiario.esSebastian Finsterwalder. Él es el único bibliotecario de la ZLB, la Biblioteca Central y Regional de Berlín, que se dedica exclusivamente a la investigación del origen de los libros que, por los crímenes de la Alemania nazi, acabaron en las estanterías de la institución para la que trabaja.

Solo en la ZLB cuentan con 1,1 millones de ejemplares que, por estar publicados antes de 1945 y por su dudosa procedencia, han de someterse a un detallado análisis. En Alemania, Finsterwalder estima que hay unos 3,5 millones de libros que están en esta situación.

Obviamente, devolver esos millones de libros es demasiado trabajo para una sola persona. “Nuestra labor es una misión que no terminará nunca. Es de un tamaño increíble, porque hemos de mirar en todos los libros e investigarlos para obtener pistas en ellos, describirlos al detalle, extraer la información que contienen sobre su procedencia y meterlo todo en una base de datos”, explica Finsterwalder en su despacho.

Allí tiene varias decenas de libros sobre dos estanterías. Son los volúmenes que más cerca están de volver a los herederos de sus dueños, gracias a los avances en las investigaciones. Entre ellos figura un ejemplar en español de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Es una edición impresa en Leipzig fechada en 1874.

Libros que buscan a sus dueños en la Biblioteca Central de Berlín. Foto: Aldo Mas.

Hay algo de quijotesco en el trabajo de Finsterwalder. Identificar a quién o a quiénes pertenecieron los libros de los berlineses que han recalado en las reservas de la ZLB no es nada fácil. “En el 99% de los casos, son de aquellos que fueron deportados de Berlín o asesinados o que se marcharon y dejaron sus pertenencias tras de sí”, explica Finsterwalder.

También hay muchos libros que tienen un origen religioso ya que los nazis robaron los mejores libros que pudieron encontrar en los monasterios. Y cómo no, aquellos que sustrajeron de las bibliotecas de las organizaciones de trabajadores, sindicatos y partidos políticos de izquierdas.

“Tenemos muchos libros que pertenecen a instituciones y organizaciones políticas. También hay libros que fueron robados a nivel internacional, procedentes de otros países”, dice Finsterwalder. No en vano, la Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA, por sus siglas alemanas) llegó a tener como encargo del mismísimo Heinrich Himmler, el jefe de las SS, el proyecto de crear una “biblioteca de los enemigos del Reich”.

“Era una biblioteca sobre libros de partidos de izquierda, judíos, organizaciones judías, de todo aquello en lo que el Reich viera un enemigo. La idea era crear una biblioteca para la élite nazi, para que esta pudiera estudiar a los enemigos del país”, recuerda Finsterwalder.

También hay muchas novelas, guías de viajes o libros sobre cualquier tipo de temática. Buena parte provienen de berlineses anónimos. Devolverlos es la finalidad última del trabajo de este bibliotecario.

“Desde el principio nos dijimos que no queríamos solo ocuparnos de la investigación de la procedencia, también queríamos hacer las restituciones correspondientes. Queríamos que el trabajo de investigación tuviera un lado práctico”, plantea Finsterwalder.

Aunque ya han pasado casi tres cuartos de siglo desde que terminara la II Guerra Mundial, para encontrar los inicios de esta labor no hay que echar mucho la vista atrás.

“Cuando empezamos, en 2010, teníamos que registrar los datos de los libros en ordenadores sin tener conocimientos de bases de datos. En 2012 terminamos una base de datos y en 2014 empezamos a trabajar con otras bibliotecas, que hacen lo mismo en ciudades como Kiel, Hamburgo o Karlsruhe”, comenta Finsterwalder. “Todo lo hicimos con muy pocos medios, por nosotros mismos y sin tener soporte informático”, abunda el bibliotecario. Hoy esas bases de datos se pueden consultar online. En ellas se pueden encontrar referenciados algunos de esos 1,1 millones de libros de víctimas del nacionalsocialismo.

Sebastian Finsterwalder trabajando en la biblioteca. Foto: Aldo Mas.

UNA INVESTIGACIÓN DIGNA DE CSI

También hay personas que escriben preguntando por un determinado volumen que en otra época perteneció a un familiar. Finsterwalder reconoce que no les sobra el tiempo para atender este tipo de solicitudes, aunque también dice poner todo su empeño en hacerlo. La escasez de medios y lo reciente de las tareas de la ZLB en esta materia explican que, según las cuentas de la biblioteca, se hayan producido 146 restituciones en las que se han devuelto cerca de 900 libros, según los datos actualizados a finales de 2018.

Desde entonces, Finsterwalder ha seguido trabajando y ha devuelto más libros. El último volumen ha sido puesto en manos de los herederos de Max Anschel, un berlinés fallecido a finales del siglo XIX. Es un libro de rezo judío, escrito en hebreo y alemán, que ha de tener más de un siglo de historia.

De esa vida da cuenta alguna de las notas que sus propietarios habían dejado en sus páginas. En una de ellas se menciona a Max como nacido en Berlín en 1872. A partir de esa pista, Finsterwalder ha podido reconstruir el árbol genealógico de la familia de ese hombre, hasta llegar a dos generaciones después. Max Anschel, que falleció antes de que murieran probablemente a manos de los nazis sus hermanos Mortiz, Selma y Hertha, tiene hoy familia lejana en Canadá. El libro viajó desde la oficina de Finsterwalder con destino Toronto hace unos días.

“Es mucho trabajo”, reconoce el bibliotecario de la ZLB, aludiendo a restituciones como esa. Ha trabajado durante meses en ese caso. Es lo habitual, aunque también haya libros que pueden ser devueltos en poco tiempo. Pese a que la suya es una labor poco reconocida en el debate público, Finsterwalder es consciente de su importancia. “Lo que hacemos tiene mucho valor”, afirma el bibliotecario.

No lo dice por el valor económico que representan estos libros, aunque “un libro siempre es una obra de arte que será más o menos valiosa en función de lo bibliófilo que sea uno”, afirma. “Lo importante no es el libro en sí, sino la información que transmite. Estos libros permiten saber qué fue de los bisabuelos o tatarabuelos en una familia. En ocasiones son lo único que han sobrevivido al Holocausto en una familia”, concluye.