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SinEmbargo.mx / Juan Pedro Salazar Casiano

Emiliano Zapata Salazarprefirió morir de pie que traicionar los ideales de su revolución. Esclavo de sus principios y no de los hombres, llevó hasta las últimas consecuencias el grito de los desposeídos.

Tierra y Libertad, clamó contra todo líder que olvidó los principios que llevaron a los hijos de Morelos a levantarse en armas. Qué importa si era Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Victoriano Huerta o Venustiano Carranza, Zapata sabía que no podía fallarle a la gente de Ananecuilco, a sus ancestros y a todos aquellos campesinos que vertieron su sangre sobre la tierra para alcanzar la Revolución.

Pero, ¿qué pensaba Zapata? ¿Por qué dejó la vida de campesino en Morelos y tomó las armas para devolver las tierras a sus legítimos propietarios? ¿Cómo concibió el Plan de Ayala? ¿Por qué confió en un desertor del Ejército federal que lo acabo traicionado?

Éstas y otras preguntas son respondidas por Pedro Fernández, autor de la novela Morir de pie.

Desde el primer capítulo, el libro nos introduce en los minutos finales de la vida del General Zapata. Ahí, desde la perspectiva del autor, conocemos cómo fue el paso al umbral de la muerte del máximo representante de la lucha agraria en el país.

Aunque en un principio ya se sabe el final de la historia de Zapata, Fernández nos lleva a adentrarnos en el pensamiento del general revolucionario, a conocer las tierras que pisó y conquistó; así como a recordar que todo héroe es un humano con miedos, esperanzas y sueños.

Morir de pie es una oda a la congruencia de Zapata, a su búsqueda por cumplir la promesa a su padre y a no fallar a quienes lo vieron como su única esperanza, en medio de una Revolución plagada de luchas por el poder político.

A cien años de la muerte del general del Ejército Libertador del Sur, Morir de pie constituye un recordartorio de las deudas que México mantiene con los campesinos y los pueblos originarios.

También, representa una luz, porque ni su muerte eclipsó su legado y la rabia que todavía corre cuando cientos de voces corean: ¡Zapata vive, la lucha sigue!