Con la mesa redonda “Diabetes, mitos y realidades”, concluyeron las actividades del 6° Simposio “Enfoque multidisciplinario de la diabetes”, que organizó el Área de Biomedicina del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB) de la Universidad Veracruzana (UV), el 13 de noviembre en la Sala de Videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI).
El ejercicio académico se realizó para conmemorar el Día Mundial de la Diabetes, y fue moderado por la investigadora del IIB, María Luisa Moreno Cortés. Las participantes fueron Adriana Monroy Guzmán, del Hospital General de México; Alexandra Carvallo Báez, catedrática internacional de posgrados en el Centro Ericksoniano de México y docente de la Facultad de Contaduría de la UV, región Veracruz; Yolanda Campos Uscanga, del Instituto de Salud Pública; José Enrique Meza Alvarado, del Centro de Investigaciones Biomédicas, y Laura Sobrino Valdés, de la Facultad de Nutrición.
Uno de los temas que se reflexionó en esta mesa es el papel que tienen las emociones en las enfermedades, pues está entre los dichos populares: “Tiene diabetes porque ha llevado una vida difícil”, es uno de tantos.
En ese sentido, Alexandra Carvallo expresó: “Definitivamente, las emociones juegan un papel fundamental. (La diabetes) es una enfermedad compleja y no precisamente de difícil, sino de toda la relación e interacción que existe entre cada una de las partes que se involucran en que esto se dé.”
Explicó que a través de las emociones que experimenta el organismo, hay neurotransmisores y sustancias que generan y facilitan el que otros elementos favorezcan una enfermedad.
“Definitivamente, tiene mucho que ver el ambiente en el que nos estamos desenvolviendo”, dijo. “Encontramos afecto, felicidad y apapacho, por ejemplo, en un chocolate. Si estamos deprimidos o tristes, queremos algo reconfortante, dulce, rico.”
Una vez que se identifica la enfermedad en una persona, lo más común es que el familiar más cercano pretenda guiarle en la ingesta de los fármacos indicados, así como en la alimentación y ejercitación planteada por el médico.
“Entonces, empezamos a tomar un rol que no es el que nos corresponde. No nos corresponde tomar la responsabilidad del bienestar de la otra persona, sino responsabilizarnos de nuestra parte, de lo que nos toca, y de hacerle ver a la otra persona que está en sus manos su cuidado, vida, futuro, bienestar y comodidad.”
Por su parte, Adriana Monroy hizo varios señalamientos hacia el sector salud público; por ejemplo, que del total de diabéticos que hay en el país, la mitad no lo saben, lo cual indica que “estamos fallando en la detección”.
Pero aclaró: “No puedo entender una adecuada relación (médico-paciente) si tengo 15 minutos para ver a un paciente, en los cuales apenas y puedo escribir en la computadora e imprimir la receta”.
Para los casos clínicamente detectados, sólo el 25 por ciento está controlado de manera adecuada, lo cual refleja que en el país no se tiene un trato apropiado para quienes padecen esta enfermedad.
Asimismo, destacó el papel de la familia, en el sentido de que no hay una dieta para la persona diabética, más bien el paciente se alejó de la sana alimentación y normal sería que todos regresen a ésta.
“No es válido que el paciente diabético tome su ‘dieta’, mientras el resto de la familia come otra cosa. Debería ser al contrario, demostrar que él es diabético porque se alejó de esa dieta sana, que está regresando a ella y toda la familia debería estar involucrada en volver a esas condiciones de salud, que incluyen no sólo alimentos saludables sino ejercicio”, enfatizó.
Por: Karina de la Paz Reyes Díaz