Los 250 años del natalicio de Ludwig van Beethoven, así como el análisis de algunas de sus obras más representativas, fueron los temas que abordó el académico Guillermo Cuevas Mora el miércoles 4 de marzo en la sala de videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de la Universidad Veracruzana (UV), como parte del ciclo de conferencias “Música y Literatura” organizado por la Especialización en Promoción de la Lectura.
El músico e investigador de la UV indicó que no se recuerda un aniversario tan profusamente promocionado y celebrado: los trenes en Alemania muestran anuncios que cubren la parte externa de vagones completos, los letreros alusivos se ven por todas las calles y los museos se han llenado con imágenes, manuscritos y documentos de la época. Hasta las empresas de mensajería se han sumado a la intensa campaña.
Bonn, la ciudad que le vio nacer, “tira la casa por la ventana” y toda Alemania ha convertido este aniversario en una cuestión de Estado. Para ello se han destinado 27 millones de euros y la etiqueta publicitaria semeja el código de un aeropuerto: BTHVN2020. El conferenciante indicó que cada letra corresponde (en alemán) a un rasgo destacable del compositor: B de Bürger (ciudadano, en el sentido moderno de la Revolución Francesa), T de Tonkünstler (compositor), H de Humanist (humanista), V de Visionär (visionario) y N de Natur (naturaleza en sentido filosófico, que compartía con su amigo Wolfgang Goethe).
Por ser el primer compositor cuya trascendencia jamás se perdió de vista desde tiempo antes de morir, los detalles en torno de su periplo vital y artístico son numerosos. Cuevas Mora comentó en torno de la audición efectuada el 22 de diciembre de 1808, en Viena, una prolongada jornada en que se estrenaron sus sinfonías Quinta y Sexta, el Cuarto concierto para piano y orquesta, así como la “Fantasía coral”, además de las improvisaciones al teclado ofrecidas por el mismo Beethoven.
Asimismo, Cuevas Mora mencionó la autocrítica que el mismo músico ejercía sobre su creatividad. Ejemplificó con las “Variaciones sobre Diabelli” para teclado, numeradas con el Opus 120 y escritas entre 1819 y 1823. Transcurrían años desde el inicio de una partitura hasta el concepto final y definitivo; la Sonata para piano número 14 en Do sostenido menor, Opus 27 número 2 con dedicatoria para la condesa Giulietta Giucciardi.
El mismo Beethoven la denominó “Quasi una fantasia” por su esquema formal fuera de lo que marcaba la tradición clasicista. El sobrenombre de “Claro de luna” no le fue impuesto por el autor, de la misma forma que la Sonata “Primavera”, la número 5 para violín y piano, misma que inicia con un tema dulce aunque no toda presenta esos mismos contornos amables.
Es seguro que Beethoven guardaba clara conciencia de su talento y a los 40 años de edad era un compositor ampliamente reconocido en Viena, la “capital cultural” de aquella época. Pero es seguro que no sabía que su obra era el inicio de una época –el Romanticismo decimonónico– y que con la misma abría un mundo de posibilidades para los futuros creadores.
La numeración de sus partituras guarda, en su mayoría, un orden cronológico aunque es posible detectar piezas de juventud que fueron escritas en Bonn, pero muestran más allá de 100 Opus. Tal es el caso del Octeto para dos oboes, dos clarinetes, dos cornos y dos fagotes en Mi bemol mayor, partitura que se ajusta al estilo clasicista aunque se le ha numerado con el Opus 103. La razón es que fue descubierta y editada después de la muerte de Beethoven.
Guillermo Cuevas complementó su exposición con la proyección en video para cada una de las obras mencionadas.
Por: Jorge Vázquez Pacheco