Para el académico de la Universidad Veracruzana (UV), Hubonor Ayala Flores, la historia ayuda a comprender los comportamientos de las pandemias o epidemias; sin embargo, aún hay mucho por investigar y como ejemplo mencionó la gripe española.
En entrevista, el coordinador de la Maestría en Historia Contemporánea, adscrita a la Facultad de Historia, e investigador sobre la historia de la salud en Veracruz, remarcó que tanto las epidemias como las pandemias son parte de la naturaleza orgánica y social de la humanidad y seguirán siendo parte de nosotros.
¿Es importante la historia en contingencias como la que vivimos por el Covid-19?
Por supuesto, considero que la historia brinda respuestas, reflexiones y conocimientos para resolver muchas de las problemáticas sociales actuales. En concreto, creo que ha ayudado a entender y encontrar respuestas en los casos específicos de epidemias y desastres naturales.
Al igual que pasó con la pandemia del A–H1N1, la historia ayuda a comprender los comportamientos históricos de otras pandemias o epidemias, como las rutas de contagio, las medidas sanitarias más efectivas, entre otras cosas.
Cuando surge una nueva problemática social siempre se recurre a la historia para buscar antecedentes, comparaciones o entender contextos históricos pasados y relacionar todos estos aspectos con nuestra realidad social actual.
¿Se tiene conocimiento de cuántas pandemias se han vivido en el país y por ende en Veracruz?
La pandemia de gripe A-H1N1 fue la más reciente (2009), pero en 1918 se propagó por todo el mundo la pandemia de la llamada “influenza o gripe española”, una de las más mortíferas de las que se tenga registro histórico. Sus efectos fueron devastadores en todo el mundo y no han podido ser valorados aún por lo convulso del contexto histórico de aquel momento: la Revolución Rusa, la Primera Guerra Mundial y en México la Revolución Mexicana.
Por lo anterior, no se tienen datos exactos, pero aproximadamente murieron de 25 a 30 millones de personas en todo el mundo, principalmente jóvenes y adultos.
Años antes, en 1833, llegó a México la pandemia del cólera, que había viajado desde Asia y afectó a gran parte del continente americano. Otra epidemia de cólera se originó en Perú en 1991 y dos años más tarde se extendió por toda América Latina.
¿Qué medidas se tomaron antaño para combatir las pandemias o para erradicarlas?
Las enfermedades contagiosas han generado cambios, algunas veces profundos, en los patrones de higiene, sociales o en los servicios de salud. La cuarentena es tal vez una de las más comunes; los buques eran retenidos en los puertos para evitar el contagio y en tierra se construían lazaretos para resguardar a las personas contagiadas.
Como antes del desarrollo de la microbiología –a finales del siglo XIX– no se conocían las razones científicas de la transmisión de las epidemias –como sucede ahora con el Covid–19–, muchas medidas eran inútiles como quemar pólvora porque se pensaba que la enfermedad se contagiaba por los olores o “humores” que flotaban en el ambiente.
Cuando la epidemia de cólera de 1991-1993, la mayoría de la población en América Latina –México incluido– no desinfectaba el agua; fue a raíz de eso que se empezaron a utilizar filtros, hervir el agua o desinfectarla con diversas sustancias como el cloro –también muchas embotelladoras de agua hicieron grandes negocios.
Con la pandemia A–H1N1 aprendimos a tener conciencia sobre la importancia de lavarse las manos y eso ahora es una ventaja ante el Covid–19.
¿De qué manera las autoridades sanitarias informaban sobre las medidas a tomar?
Depende de la época de la que estemos hablando, hace siglos o décadas era posible que una epidemia o pandemia llegara a las poblaciones antes que la noticia sobre la misma.
Otras veces, como sucedió con el cólera de 1833, las autoridades ya tenían noticia de la proximidad e inminencia de las epidemias y tomaban diversas medidas que eran comunicadas de forma vertical, en las que podía participar la Iglesia o la ciudanía. Se pegaban carteles, se organizaban juntas de sanidad y juntas de caridad compuestas por autoridades civiles, eclesiásticas y particulares.
Pero esto sólo sucedía en poblaciones grandes y medianas, en el medio rural no se contó muchas veces con información y organización. En diversas ciudades de Veracruz, entre finales del siglo XIX y principios del XX, ante la epidemia de la fiebre amarilla se limpiaban las ciudades, se distribuían medicamentos y se ponía atención a los infectados; cuando se descubrió que el agente portador eran los mosquitos, se desecaban pantanos, quemaban la basura y cortaban la maleza de las poblaciones.
En pasadas pandemias, ¿era notoria la afectación y muerte de la población más pobre o se trataba de algo generalizado?
Por lo regular las pandemias no afectan exclusivamente a un sector social, como sí sucedió con algunas epidemias, asociadas a la falta de higiene o la pobreza, como la tuberculosis.
El sentido de la pandemia es precisamente su carácter universal y general de contagio. Ahora la transmisión de enfermedades se realiza a un ritmo veloz y por aire; es decir, por vuelos comerciales; antes las pandemias y epidemias se propagaban por las rutas marítimas y comerciales terrestres o acompañando a los ejércitos en la guerra.
Con base en sus investigaciones, ¿hay algún aspecto que llame su atención de las pandemias vividas (o al menos de las que se tiene conocimiento)?
Por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, cuando las rutas marítimas de comercio y de viajeros eran las más frecuentes, el puerto de Veracruz sufrió de una fuerte exposición a las mismas, por su carácter de principal puerto de México y por su posición en la ruta comercial mundial del Atlántico; de ahí algunas epidemias o pandemias se distribuían por el camino de Veracruz a México.
Con la inauguración del Ferrocarril Mexicano en 1873, que cubrió precisamente esa ruta, fue más fácil el contagio en ambos sentidos del camino. La pandemia de gripe española de 1918-1919 aún está por ser estudiada a profundidad en Veracruz, pues por lo convulso del periodo, a raíz de la Revolución Mexicana, se perdieron muchos registros y las muertes causadas por la epidemia pudieron confundirse con bajas de guerra.
Desde su mirada de historiador, ¿qué es lo que más llama su atención en la presente contingencia?
Varias cosas, en primer lugar la ignorancia e incredulidad de las personas ante lo inminente de las noticias, informes, videos. En segundo lugar, y en positivo, el acumulado histórico de información y medidas; por ejemplo, la epidemia del A-H1N1 nos dejó enseñanzas como aprender a estornudar o toser, la higiene de las manos, el aseo de los espacios o el manejo de los contagiados, lo que hace no partir de cero en esta nueva pandemia.
Por último, la velocidad de la propagación, las diferentes medidas tomadas por diferentes gobiernos y la crisis económica que se avecina. Ese fenómeno es como una ventana comparativa con el pasado, a final de cuentas los seres humanos reaccionamos con patrones parecidos ante las contingencias a través del tiempo.
¿Le interesaría señalar algo más?
Las epidemias y pandemias son parte de la naturaleza orgánica y social de la humanidad y seguirán siendo parte de nuestras vidas y de las generaciones futuras, estar atentos a su evolución histórica y las experiencias que nos dejan son un capital de aprendizaje histórico para las futuras generaciones.
En la actualidad, muchas sociedades y gobiernos alrededor del mundo han estado a la altura de la contingencia, seguramente aprenderemos de sus errores y aciertos en muchos sentidos.
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