El mundo no era normal y no lo será después de la pandemia Covid-19, dijo Efrén Ortiz, del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias.
Es el volumen ocho de la Colección Biblioteca del Universitario.
Karina de la Paz Reyes Díaz.
“La peste, negada y escondida, seguía así haciendo estragos en las callejuelas angostas, mientras el prematuro calor del verano, que calentaba las aguas de los canales, favorecía extraordinariamente su propagación”, se lee en La muerte en Venecia (1912), novela del alemán Thomas Mann (1875-1955) de la Colección Biblioteca del Universitario de la Universidad Veracruzana (UV).
La obra figura en las recomendaciones literarias para este periodo de la pandemia Covid-19. El prólogo de la edición de esta casa de estudios es autoría del Investigador del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L), Efrén Ortiz Domínguez, quien aclaró que la literatura es una buena compañera no sólo para esta temporada de aislamiento social.
“Los lectores solemos ser tipos solitarios que emplean el tiempo reencontrándose consigo mismos y con lo humano. Quizá peque de fantasioso, pero siempre he pensado que leer es una actividad que nos lleva primero hacia nuestra interioridad y luego nos devuelve al mundo real, de dónde no podría extraerse la literatura, una suerte de confrontación con la realidad.”
Para él, más allá del tiempo y las condiciones que separan la peste veneciana y la actual pandemia Covid-19, el escenario es semejante y cita a la obra: “Porque soy hombre, nada de lo humano me es ajeno”.
En su opinión, “la novela de Mann es la eterna y universal confrontación del hombre con su destino. Uno es quien elige… Y Aschenbach (personaje protagónico de la novela) decide morir…
Del mismo modo, hoy cada uno de nosotros elige si quedarse en casa, y sobrevivir.
”¿A qué? A lo mejor a una sociedad inmersa en una crisis mayor, a una transformación radical, no lo podemos saber. El mundo no será igual. No era normal y no lo será. Pero como dijo Silvio Rodríguez: ‘hay que incendiar el cielo, si es preciso, por vivir’.”
Insistió en citar a Aschenbach, connotado escritor cuya obra le permitió incluso un título nobiliario, quien “veía morir el mundo ideal al que había consagrado su existencia y su arte. Y con toda, con plena conciencia, elige morir”.
Más aún, en su prólogo, Ortiz Domínguez cita: “Aschenbach está, en el fondo, colocando sobre la mesa de la discusión las tesis socráticas del papel del filósofo ante la muerte; de allí la insistencia con que remite al Fedón de Platón. Tales alusiones intertextuales comportan, en realidad, una velada discusión entre Mann y otros grandes escritores y pensadores alemanes, que no ha sido objeto de examen por la crítica”.
La obra, como cita su nombre, es también un viaje a la mítica ciudad, entre góndolas, callejuelas, la playa meridional, los fantásticos edificios, columnas, fachadas, puentes y más, a principios del siglo pasado.
“… y comprendió entonces que llegar por tierra a Venecia, bajando en la estación, era como entrar a un palacio por la escalera de servicio. Había que llegar, pues, en barco a la más inverosímil de las ciudades”, escribió Mann, Premio Nobel de Literatura en 1929 por el conjunto de su obra.
Por esto y mucho más, el investigador del IIL-L invitó a la comunidad universitaria y público en general a leer La muerte en Venecia, “una novela inolvidable”, que dicho sea de paso es de escasas 100 páginas.
Al mismo tiempo, destacó la vigencia de las obras que integran la Colección Biblioteca del Universitario de la UV: “La elección de cada título parte de un criterio editorial fincado en un conocimiento vasto y profundo de la literatura universal. Sergio Pitol quiso invitarnos lo mejor de la literatura. Pero también, y eso es lo más relevante, más allá del arte, invitarnos a reflexionar acerca de los valores universales. En este caso, el amor, el arte y la muerte”.
Aprovechó también la ocasión para sugerir, en esta época de pandemia: “Quédense en casa por ustedes mismos, pero también por nosotros, por los demás. Y, sobre todo, por los médicos y enfermeras, que están corriendo todos los riesgos posibles por su sentido del deber”.