- Jacques Galinier Matüi, investigador del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia, participó en el XXII Coloquio Internacional sobre Otopames.
Karina de la Paz Reyes Díaz..
Jacques Galinier Matüi, investigador emérito del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (Université Paris-Ouest Nanterre La Défense), dictó la conferencia magistral “Espejismos de la Huasteca en el imaginario otomí”, en el XXII Coloquio Internacional sobre Otopames, cuya sede fue la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV) y la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI).
Cabe señalar que entre los textos más importantes de Galinier Matüi están Pueblos de la Sierra Madre. Etnografía de la comunidad otomí (1989), y La mitad del mundo. Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes (1990), auténticos clásicos de la antropología sobre Mesoamérica y referentes obligados para quienes estudian a los pueblos otomíes.
En su participación habló de la Huasteca como construcción mitológica, así como la imaginación teórica que se ha generado.
“Los otomíes de la Sierra Madre Oriental –una vertiente de su cosmología y de su cosmogonía– incorporan referencias a un territorio donde cohabitan otros grupos étnicos que no son miembros del mismo perfil lingüístico: los tepehuas y los nahuas.
”A continuación, trataremos de visualizar la Huasteca sur como un complejo societal, una matriz de civilización singular, más que una yuxtaposición discreta de grupos étnicos.”
El investigador dijo que si la Huasteca desempeña un papel tan crítico en el imaginario de los otomíes orientales, es porque representa el lugar de origen, de la génesis de los humanos. Un territorio de referencia donde se imbrican horizontes culturales indígenas y mestizos.
“La Huasteca, un espacio desprovisto de centro, de periferias borrosas, hace metáfora, literalmente, al contenido del inframundo.”
Para él, la disonancia huasteca de la Sierra Madre no es pertinente pues la franja de pueblos del piemonte comparte con las comunidades de la sierra un mismo sistema ritual, marcado por la importancia del carnaval y de “los costumbres”, los rituales de festividad agraria.
Por ejemplo, la figura de Tlacatecolotl en el carnaval nahua y la presencia de un altar con un muñeco representando la figura del diablo, se duplica entre las comunidades otomíes del municipio de Ixhuatlán de Madero, como entre los nahuas cercanos.
En su opinión, la Huasteca se ha vuelto durante la última década un lugar privilegiado para el ejercicio de la antropología teórica, como lo han sido anteriormente el Gran Nayar o los Altos de Chiapas, entre otras zonas de Mesoamérica.
“El cuerpo humano destaca como el común denominador de las nuevas orientaciones epistemológicas de los estudiosos de esa zona –cubriendo desde la tierra caliente al altiplano, a través de un verdadero continuo cultural intraétnico y transétnico. Sobre todo se ha problematizado de manera muy sutil el rol de un artefacto simbólico fundamental en la parte chamánica, que son las figurillas de papel.”
Así, se refirió a una serie de investigadores y de investigaciones, como la de Federica Rainelli: “Detrás de la máscara. Usos y significados del cuerpo en la práctica ritual otomí (Sierra Madre Oriental, México)”.
Para él, la Huasteca-otomí y sus periferias se han vuelto, a lo largo de los años y de los avances del trabajo de campo, un lugar de intensas discusiones a partir del papel privilegiado del cuerpo en la construcción de los nexos simbólicos que unen dos mundos: el de los vivos y el del más allá.
Además, mediante etnografías originales se ha consolidado un campo de reflexión sobre la estética de los ídolos que remite a un nuevo espacio de la antropología.
“Creo que para los estudios otopames es el justo reconocimiento que merecían estas discretas comunidades que han sufrido durante tantos siglos un injusto desprestigio.”
La conferencia se desarrolló el 21 de octubre por la página de Facebook del congreso y fue moderada por la académica Lourdes Báez.