- Witold Jacorzynski ofreció conferencia sobre los conceptos del filósofo austriaco..
Jorge Vázquez Pacheco..
Witold Jacorzynski, adscrito al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), ofreció el viernes 27 de noviembre a través de la plataforma digital Zoom la charla “Percepción, lenguaje y conducta en el último Wittgenstein”, en el marco de la Catedra “Wittgenstein” de la Universidad Veracruzana (UV).
El discurso del Doctor en Ciencias Humanísticas se apoyó en las percepciones del “último Wittgenstein” y ubicó un relato acerca del sueño procedente de la obra Crimen y castigo de Dostoyevski, en torno del personaje Rodión Raskolnikov, quien debe pagar las consecuencias por el asesinato de una usurera y una de sus familiares. Eso le hace sentirse todo un bienhechor y se considera a sí mismo como uno de los muchos guías que a lo largo de la historia de la humanidad han hecho correr torrentes de sangre.
“Los hombres, aquellos que se elevan por encima del nivel medio y que son capaces de decir algo nuevo son, por naturaleza e incluso inevitablemente, criminales.”
Comentó la primera parte del Capítulo V de Crimen y castigo, que refiere el duelo con la conciencia, la enfermedad febril y el delirio a través del sueño, que es una reminiscencia de la infancia. En su pueblo natal, un niño de siete años de edad se ve rodeado de ebrios junto a una carreta tirada por un caballo, uno fustiga al animal pero no consigue hacerle avanzar, la bestia encorva el lomo ante el castigo y el dueño, Mikolka, se ensaña con la pobre bestia. Algunos se rebelan ante el brutal castigo, pero él argumenta: “El animal es mío y puedo hacer con él lo que me pegue la gana”. Ante un coro de carcajadas, el atormentado caballo cocea antes de caer sin vida.
Al pasar a la investigación filosófica de Wittgenstein, Jacorzynski distingue entre las percepciones sobre el verbo ver, una de ellas totalmente descriptiva en una suerte de juego con el lenguaje conceptual o situacional. Dos personas distintas pueden ofrecer visiones diferentes de lo que observan.
El filósofo considera que el ojo es un receptor, no parece percibir algo sino enviarlo; el oído recibe, el ojo ve, arroja miradas, refulge, alumbra. “Cuando ves el ojo, miras algo que surge de él, ves la mirada del otro”.
Refirió dos tipos de ceguera: la orgánica y la genuina. La primera está arraigada en la forma de vida que no reconoce otras formas de vida; la segunda, es contingente pues el observador tiene otra opción a la mano pero no hace uso de ella. El ciego orgánico nunca ha conocido otros aspectos; el ciego genuino los ha conocido pero, por alguna razón, no sabe cambiar de aspecto. La primera no tiene peso moral, no así la segunda; una despierta lástima, la otra, indignación.
El especialista pasó después a la ceguera hacia los significados, la comprensión del significado de las palabras y su uso en el lenguaje. “Un extranjero sabe el significado de la palabra mole, pero no por ello puede distinguir entre el mole rojo, el verde, el picante y el dulce”. Wittgenstein habla de la experiencia de la pronunciación y nos conduce a la esencia en los nombres propios. “El nombre propio no es como una manta que cuelga de alguien y que puede uno tomar cuando se necesita; es como un traje que no se puede arrastrar sin dañar a la persona”.
El maestro de origen polaco también se refirió a Goethe y Beethoven, amigos en la vida real y de quienes no es posible concebir que el primero trabaje sobre una Novena sinfonía a la manera del segundo. Para los versados en literatura, Goethe representa el estilo único de quien fue capaz de generar el espíritu faustiano, el apasionamiento del joven Werther, su actitud ante Napoleón y las demás vivencias que hacen del literato todo un personaje. “Confundir una cosa con otra es corromper”.