- “La carencia de información clara y oportuna impidió evacuación a tiempo de comunidades impactadas por la erupción del volcán de Fuego, en Guatemala”: Dolors Ferrés.
Los riesgos no son naturales, “son resultado de la exposición de una comunidad a un peligro, de las condiciones de vulnerabilidad presentes en una sociedad y las insuficientes capacidades o medidas para reducir o hacer frente a las consecuencias negativas de amenazas como las volcánicas, sísmicas e hidrometeorológicas”.
José Luis Couttolenc Soto.
María Dolors Ferrés López, investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM-Juriquilla, ofreció el miércoles 10 de febrero la conferencia “Los desastres no son naturales: el caso del volcán de Fuego (Guatemala)”, como parte del Seminario Permanente del Centro de Ciencias de la Tierra (CCT) de la Universidad Veracruzana (UV).
La experta en vulcanología destacó la importancia de que se cuente con protocolos de actuación que hagan posible enfrentar con éxito eventos de desastre.
Centró su charla en el informe técnico que elaboró relacionado con el volcán de Fuego de Guatemala y su erupción el 3 de junio de 2018, que por su magnitud y flujos piroclásticos de gran alcance y letalidad, causó graves daños y muertes en localidades cercanas que no pudieron ser evacuadas a tiempo, debido a la carencia de información clara y oportuna que pudo evitarlas.
Dijo que los riesgos no son naturales, “son resultado de la exposición de una comunidad a un peligro, de las condiciones de vulnerabilidad presentes en una sociedad y las insuficientes capacidades o medidas para reducir o hacer frente a las consecuencias negativas de amenazas como las volcánicas, sísmicas e hidrometeorológicas”.
Explicó que en la cordillera guatemalteca se localizan 324 centros eruptivos y 11 estratovolcanes considerados activos, de los cuales tres tienen mayor actividad en el mundo (Pacaya, Fuego y Santiaguito), por lo que es importante no sólo conocer sus fenómenos, sino también sus depósitos para elaborar programas de prevención de riesgos.
“No sólo decir que puede ocurrir un flujo, sino cuándo va a suceder para saber cómo reaccionar, si impactará a una comunidad y qué tipo de rescate es posible y cuál no.”
Dolors Ferrés indicó que los observatorios vulcanológicos tienen tres tareas sustantivas: la vigilancia volcánica, generar mapas de amenazas que indiquen dónde puede impactar una erupción según su magnitud, y la divulgación del peligro.
En la erupción del volcán de Fuego, el desconocimiento de su actividad y la planificación de los fenómenos que le pudieran acompañar, “fue una debilidad porque esperaban fenómenos de baja peligrosidad como caída de ceniza, lo que puede ser altamente manejable y de mitigación in situ por su baja letalidad; en cambio, aun con la erupción iniciada, con un protocolo más claro se pueden tener mejores resultados, por eso es urgente que se cuente con protocolo de actuación.
”Si en esa fecha hubiéramos comprendido que esa cosa era más grande de lo habitual, y la comunicación y mensajes más claros, se habría podido evacuar a tiempo”, consideró la investigadora y dijo que la erupción fue la más grande de los últimos 20 años, con una magnitud mayor a las habituales y flujos piroclásticos que mataron a 200 personas aproximadamente, afectando comunidades aledañas al cráter, así como alrededor de 70 mil personas en un radio de 10 kilómetros, y 285 mil en un área de 22 kilómetros, que fueron los más vulnerables.
Tras reconocer que hay avances en materia técnica y de análisis de información, reiteró la importancia de transmitir esa información para contar con protocolos que permitan actuar en consecuencia sobre una posible nueva erupción del volcán, y recomendó la reubicación de las comunidades que se encuentran dentro de la zona de riesgos de flujos piroclásticos, así como que se elaboren planes para una evacuación en tiempo y forma.