José Palemón es uno de los diez hijos en la familia Xochiquisqui Tehuactle; un niño lánguido, su rostro está tapizado de jiotes; manchas que produce la anemia. Dice estar harto del menú que le sirve la miseria a diario: caldo de frijoles en la mañana, soya en la tarde y nada en la noche, rutina que ha soportado durante 5 mil días de existencia.
Sus padres no tienen ingresos; mamá se la vive junto al fogón; echando los tres kilos de tortillas de siempre; tosiendo flemas con sangre, consecuencia del benceno que se libera en el interior del cuartucho de madera, químico que para la Organización Mundial de la Salud (OMS), es letal. El papá ya sólo trabaja para la casa; cortando quelites y leña. Hace tiempo que no gana monedas. En resumen, se trata de una familia criada por el programa de asistencia social, Prospera.
Según los estándares de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), vivir con menos de un dólar al día, (18 pesos), significa estar debajo de la línea mínima de bienestar. Pues bien, la familia Xochiquisqui Tehuactle y sus doce integrantes, se arrastran en la supervivencia con tres pesos cada 24 horas.
Otra de las historias que radican en la comunidad de Xala, perteneciente a Mixtla de Altamirano, el cuarto municipio más pobre en todo México. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el 97 por ciento de sus habitantes encarna la pobreza, mientras que el 80.7 por ciento está ubicado en la pobreza extrema, en ese oscuro rincón donde se anida José Palemón y las 11 personas con las que convive en su hogar.
En un refugio de maderas negruzcas, de 18 metros cuadrados; apretujado de infantes, ensordecido por lloriqueos del recién nacido que pide el seno de su madre de 19 años, se comienza a deshilachar la vida familiar. El relator es José Palemón, una de las tres personas que mastican el español; los otros son el padre, quien está ahogado de aguardiente en el monte y la otra es Lidia, la que amamanta al más pequeño de la casa, también es la más vergonzosa y se esconde detrás del puñado de chamacos.
JOSÉ PALEMÓN, “EL PEQUEÑO VARÓN DE LA CASA”
Sus ocho años de estudio lo convierten en una de las personas más letradas en la comunidad de Xala, donde sólo se oferta hasta la primaria; la utopía de terminar la secundaria y el bachillerato quedan a unos 20 kilómetros de distancia, a dos horas y media a paso de indígena. Palemón decidió apagar sus ilusiones y adentrarse en los cerros; a cortar leña junto a su padre y a suplirlo cuando la bebida de caña lo congestiona.
No mide más de un metro con 50 centímetros, su dentadura es blanca y contrasta con su cuero renegrido; de brazos y piernas enteleridas, lo único ancho de su cuerpo son sus dedos y sus uñas; adiestrados a caminar largas distancias, él se encarga también de abastecer de agua a su familia, anda media hora cada tercer día hasta el manantial de Xala y se regresa con 20 litros sobre su espalda.
Un niño que pide de comer a su madre, simulando el estilo golpeado de su padre, pero que a la vez columpia sus pies y ríe de cualquier chiste de sus hermanos. Sus obligaciones lo llevan a sentirse y vestirse como todo un hombre, pero su voz, y su cuerpo y su inocencia lo delatan.
Un niño visionario y luchón; si alguien lleva dinero a la casa, de vez en cuando, es él y su hermano José Nicolás Xochiquisqui Tehuactle, de 18 años, quien hace seis meses emigró a la ciudad de México; no dice cuál es su oficio, solo en ocasiones vuelve a Xala y entrega 500 pesos a doña María Tehuactle; la última vez que lo hizo fue hace dos meses.
En lo que respecta a Palemón, un día se cansó de ver a su mamá llorar por los golpes que la ebriedad de su progenitor le propician; agarró dos mudas y caminó hasta Mixtla, luego tomó un taxi colectivo, de aventón, hasta Zongolica y fue a dar hasta Orizaba, Veracruz, donde sus amigos le decían que ahí si había lanita.
Y así fue, hace dos meses una señora le tendió la mano, y cada que visita la ciudad, posesionada por el CONEVAL como el asentamiento con menores índices de pobreza en Veracruz, le da trabajo; vendiendo gelatinas, dulces y pambazos en el centro histórico. Con los 50 pesos que gana de manera diaria, regresa a su casa y reparte todo entre sus hermanos.
Se le pide al niño que presente a los integrantes de su familia y acepta sonriente: la mayor de sus hermanas es Roberta, tiene 22 años y hace poco que se casó y huyo de su casa. A veces los visita, muchas otras no. Lidia es quien permanece escondida, le tiene miedo a la cámara fotográfica. A sus 17 años se casó con un campesino y de su choque sexual nació Estrella Panzo, quien en ocho meses le ha exprimido la leche por completo a la joven madre, por ello enseña a la pequeña a comer tortilla humedecida con frijoles, a lo que deberá enseñarse el resto de su vida.
En el orden que fueron paridos presenta a José Nicolás, el que trabaja en la Ciudad de México y sabrá Dios cuál sea su oficio. Luego está Aristeo de 18 años, él también terminó la primaria, pero no habla con los forasteros. Después está Aurelio, de 12 años, con problemas acabó cuarto de primaria, luego advirtió que no pensaba seguir estudiando porque no le gustan las clases.
Finalmente están Minerva y Prudencia, de 10 y 8 años, respectivamente. Ellas se aferran a terminar la primaria o se irán los 250 pesos que les corresponden como estudiantes en el apoyo económico federal. Carlitos es el menor de los Xochiquisqui Tehuactle, tiene 4 años y todavía no habla ni ha entrado a la escuela, tampoco le han comprado huaraches, será hasta que ingrese al jardín de niños.
De su madre se expresa con orgullo, nunca asistió a la escuela, nunca ha trabajado fuera de su comunidad, no obstante, pasa lista puntual en las juntas de Prospera con tal de conseguir la ayuda económica. Si algo admira de la mujer que le sirve su plato con frijoles y quelites es que ha soportado las agresiones físicas de su padre, un policía municipal retirado, donde sólo aprendió a ejercer la violencia con saña.
“La última vez mi mamá fue a una junta en la escuela de la Prudencia, mi papá llegó bien borracho y como no había quién le sirviera de comer fue por ella y nomás de un madrazo con la moruna la regresó. Le quedó bien morada la pierna, me acuerdo que no dejaba de chillar, comparte el niño mientras se quita los restos de comida con los dedos.
De su padre lo único que tiene en común es el nombre. En una foto que cuelga de un clavo se ve a don Palemón con un uniforme de la policía de Mixtla. Hace tiempo que perdió el porte y los modales, ahora su fuerza de campesino la desquita con los suyos. “A cada rato nos madrea”.
“POR ESTOS RUMBOS NI PARIR SE PUEDE”
Y es que la familia Xochiquisqui Tehuactle no sólo debe padecer hambre, sed y hasta violencia intrafamiliar para ser considerados pobres y de los peores, se requiere reunir tres o más parámetros de miseria, según el CONEVAL. Pues bien, ninguno de los 12 indígenas tiene seguro médico; nadie atiende sus caries ni la tuberculosis de doña María. La tos y la gripe se la curan con el tiempo o haciéndose pendejos, dice el pequeño Palemón.
Su hermana Lidia quiso ser la primera en dar a luz en un hospital y no ver caer a su primogénito sobre la tierra. Para ello, tuvo que andar cinco horas durante la madrugada hasta el pueblo más cercano y de ahí tomar un transporte que la llevara hasta el hospital de Zongolica, otros 20 kilómetros sobre la batea de una camioneta. El pequeño José también colaboró en aquella odisea y lo cuenta como su máxima hazaña.
Eran las 4:00 de la mañana, todos dormían amontonados sobre los tres catres que hay en la vivienda. En los estrechos camastros, caben de a tres, los que faltan se turnan el piso. Fue cuando los quejidos de Lidia comenzaron. Palemón corrió hasta la casa de la subagente, pidió que solicitara vía radio transmisor una camioneta para su hermana, pero las unidades estaban atascadas atendiendo moribundos.
De acuerdo con la Alcaldesa, María Angélica Méndez Margarito, el municipio de 14 mil 200 habitantes, cuenta sólo con dos ambulancias y seis vehículos para transportar heridos al hospital más cercano en Zongolica. Su excusa, la lanza y sin tapujos: “Fueron 84 años de gobierno priista, nunca gestionaron un hospital para el pueblo. Yo digo, si fueron capaces de robarle al municipio más pobre de Veracruz, qué no hará esa gente”.
Asegura que en su periodo municipal se tiene la gestión de un Centro de Salud con Servicios Ampliados, proyecto que beneficiaría a siete de las 25 comunidades de Mixtla de Altamirano: Zacaloma, Tecolotla, Mangohtitla, Cuahutlajapa, Zacatilica, Matlatecoya y Xochitla. De la suerte de Xala y los Xochiquisqui, dice, que deberán esperar, “vamos poco a poco”.
Por su parte, los militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) aseguran que“la señora sólo busca beneficios para los suyos, hay comunidades más jodidas. Si va a poner una clínica allí es porque todo su familia vive en Zacaloma”.
Así pintó la pútrida suerte para Lidia Xochiquisqui, José Palemón regresó con la noticia y dictó la decisión que tomaría cualquier campesino: caminar. Lo hicieron, duplicando el tiempo de recorrido. Cada contracción era una pausa; cada quejido, cada gotera de sangre.
La hazaña para el menor fue llevar a salvo a la embarazada hasta Mixtla, conseguir aventón en un taxi comunitario y ver salir a su hermana cargando a su sobrino. A sus 13 años el pequeño varón consolidó su compromiso con la familia. No importa si ayudó a traer a Veracruz un pobre más, no importa si comerá frijoles toda su vida, si se bañará en el manantial como las aves o si dormirá en el suelo cuando pierda los volados. La idea de un campesino de Xala, como José Palemón Xochiquisqui Tehuactle es simple: sobrevivir.