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Excélsior

El Consejo de Ministros de Austria puso fin ayer por la mañana a un incómodo e indeseado legado que nació pocos días después del fin de la segunda Guerra Mundial y que protagonizaron recios soldados estadunidenses que habían ocupado Braunau am Inn, un pequeña ciudad austriaca fronteriza con Baviera y que es famosa en el mundo entero a causa de un hecho fortuito. El 20 de abril de 1889 nació en una habitación de una casa de tres pisos ubicada en la pequeña ciudad, el austriaco más famoso y odiado del país, Adolf Hitler.

Poco después de que  la ciudad se rindiera ante el Ejército de Estados Unidos en mayo de 1945, un grupo de soldados alemanes intentó convertir en escombros la casa natal del Führer y que durante el Tercer Reich había servido como sitio sagrado de peregrinación y santuario nazi desde finales de los años 30.

Los soldados estadunidenses impidieron el ataque, pero la victoria dio vida al legado que durante más de 70 años convirtió a Braunau am Inn en una ciudad casi maldita y allanó el camino para una disputa neurótica que puso fin ayer el Consejo de Ministros. Después de intentar llegar a un acuerdo con Gerlinde Pommer, la actual propietaria, que siempre se negó a ceder a las presiones oficiales, el gobierno aprobó una ley que hará posible que el edificio sea expropiado y pase a ser propiedad del Estado austriaco.

La expropiación representa el primer paso del gobierno para decidir qué se puede hacer con el edificio ubicado en el número 15 de la calle Salzburger Vorstadt y que estuvo vacío en los últimos cinco años. El argumento que utilizó el gobierno para expropiar la vivienda fue categórico: impedir que el edificio se convirtiera en un poderoso imán de peregrinación para los nietos de Hitler.

Aunque la familia Hitler sólo vivió tres años en la casa, el nacimiento del futuro dictador dejó una profunda huella en el edificio, en la ciudad de 16 mil habitantes y en todo el país. Tras la anexión de Austria por el III Reich (Anschluss) en marzo de 1938, el secretario personal de Hitler, Martin Bormann compró el edificio a los abuelos de la actual propietaria y lo convirtió en una librería pública donde se vendía propaganda nazi.

La casa se convirtió en un sitio casi sagrado para los millones de admiradores que tuvo el dictador antes de que decidiera declararle la guerra al mundo entero. Las tropas alemanas que desfilaban frente al edificio, por ejemplo,  hacían una solemne reverencia ante sus puertas.

Después del fin de la guerra y gracias a la actuación  de las tropas estadunidenses que impidieron la destrucción del edificio, la ciudad y la vivienda fue visitada por cientos de miles de veteranos austriacos y alemanes, especialmente en el cumpleaños de Hitler.

En 1954, Gerlinde Pommer, logro comprar nuevamente el edificio y lo alquiló a particulares hasta 1972, año en que el gobierno austriaco decidió asumir el precio del alquiler (a la fecha unos cuatro mil 800 euros mensuales) para evitar nuevas peregrinaciones. En los años siguientes, la casa natal del Führer fue utilizada como un taller de información para discapacitados, pero la organización la abandonó en 2011 a causa de su mal estado.

Desde entonces el gobierno intentó buscar un acuerdo con Gerlinde Pommer y le ofreció comprar la casa a precio de mercado. Pero la propietaria además de rechazar la generosa oferta, evitó todo contacto con las autoridades. Fue entonces cuando comenzó a germinar la idea de la expropiación y buscar un uso apropiado para el inmueble.

En medio de la crisis de los refugiados que se desató en el verano pasado, George Wojak, comisionado para Braunau propuso que el edificio fuera habilitado como un albergue para refugiados.