Este 13 de mayo de 2017 se conmemoraron 100 años de las apariciones marianas de Fátima, las más famosas del s. XX, particularmente por el tercer secreto que María Santísima reveló a los tres pastorcitos en Cova de Iría (Portugal). Este tercer secreto se dio a conocer en el año 2000. Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XV, Papa emérito, hizo un comentario teológico que arrojó mucha luz para la hermenéutica del mensaje de Fátima.
“En 1917, Lucía y dos de sus primos, Francisco y Jacinta Marto, estaban
trabajando como pastores en los rebaños de sus familias en un pequeño
pueblo de Fátima llamado Cova de Iría. El 13 de mayo de aquel año, los tres
niños vieron una aparición de la Virgen María que les dijo, entre otras cosas,
que regresaría durante los próximos seis meses todos los días 13 a la misma
hora. La Virgen reveló a los niños, en la segunda aparición, que Francisco y
Jacinta morirían pronto y que Lucía sobreviviría para dar testimonio de las
apariciones. En la tercera aparición de la Virgen, el 13 de julio, a Lucía se le
devela el secreto de Fátima”. La sexta y última aparición se llevó a cabo el 13
de octubre de ese mismo año.
En efecto, como lo había dicho la Virgen, Francisco y Jacinta fallecieron pronto
para irse al cielo. La causa de su muerte fue una pandemia de gripa española
en 1919 y 1920, respectivamente. Por su parte, Lucía ingresó al noviciado de la
Congregación de las Hermanas Doroteas, en Pontevedra España donde
presenció también otras apariciones de la Virgen y el Niño. Más tarde, en 1948
regresó a Portugal e ingresó en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra, como
religiosa carmelita, donde murió en el año 2005, a los 97 años de edad. Su
causa de beatificación inició, tres años después de su muerte, en 2008.
El mensaje de Fátima es un mensaje que se centra principalmente en la
conversión, la oración y la paz. La Virgen María, con sus 6 apariciones a los
niños videntes en Cova de Iría, vino a prevenirnos y a advertirnos sobre el
peligro del infierno al que nos lleva una vida sin Dios como la que propone hoy
la mentalidad materialista en la que vivimos inmersos. La mentalidad
materialista hace que el ser humano pierda su referencia trascendente y todo lo
quiera agotar mediante el consumismo.
En una entrevista que la vidente Sor Lucía concedió a la revista mensual
católica portuguesa Christus, del 3 de marzo de 1998, se refirió al infierno: “El
infierno es una realidad. Es un fuego sobrenatural y no físico, y no puede ser
comparado al fuego que arde, de madera o de carbón”… “Dios no condena a
nadie al infierno. Dios dio a los hombres la libertad de escoger, y Dios respeta
esa libertad humana”. También habló del ateísmo y del materialismo: “el
ateísmo es todavía el mayor instrumento utilizado por el demonio en nuestros
días, porque es un grave pecado contra Dios, que niega su propia existencia
dando paso a la práctica de toda una variedad de actos diabólicos”.
Sor Lucía no sabía nada de comunismo cuando recibió las revelaciones en
1917, ella era una niña dedicada al pastoreo. Debido a su larga vida, ella
sobrevivió al comunismo y pudo presenciar la caída del Bloque Soviético. Por
ello señaló también lo siguiente: “Como terminó el comunismo, ahora sigue el
materialismo. Antes las personas no podían comprar nada, hoy con el
materialismo la gente adquiere todo”.
El hombre materialista está lleno de todo, pero vive insatisfecho porque no
tiene paz interior. Muchas personas están llenas de muchas cosas materiales
pero están vacías de Dios. Por eso la necesidad de conversión. El mensaje de
Fátima es una invitación para el hombre moderno para volver a Dios. Dios es el
único que puede devolver la paz a la humanidad. La conducta humana que
saca a Dios de su vida es capaz de todos los atropellos en contra de los
demás.
Una de las peticiones que la virgen de Fátima hizo a aquellos pastorcillos fue la
de orar insistentemente por el Mundo. Esto súplica coincide también con las
enseñanzas de Jesús en el evangelio. Es necesario orar siempre y sin
desfallecer. La oración derriba cualquier muro, ayuda a superar todos los
errores y a ganar todas las batallas.
La oración abre a la persona a Dios y a los demás. La oración nos saca de
nosotros mismos y nos coloca delante de Dios y de los hermanos. Cuando
oramos ponemos nuestra vida en las manos de Dios porque al orar nos
ponemos a dialogar con él. La oración en ese sentido facilita el encuentro con
los demás. El rezo del santo rosario es una de estas formas de oración.
Que esta celebración mariana del centenario de Fátima nos lleve a todos a
experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas y a vivir en paz.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa
Centenario de las apariciones de Fátima: Arquidiócesis de Xalapa
Lugar:
Xalapa, Ver.
Fuente:
Crónica del Poder