Lugar:
Fuente:
Reforma/Francisco Rivas

A varios de los integrantes de la caravana de migrantes que arrancó el pasado 25 de marzo en Tapachula y llegó el jueves y ayer a Puebla no los intimidan la amenazas de Donald Trump y no renuncian a su empeño de llegar a Estados Unidos.

En su mayoría procedentes de Honduras, prefieren los riesgos de continuar el trayecto que regresar a su país de origen.

«Creo que el único que nos puede detener es Dios», señaló ayer Karen Galo, quien viaja con su marido y sus dos hijas.

«Él (Trump) es el Presidente de Estados Unidos, pero contra Dios nadie puede y mi confianza está en Dios».

Hizo énfasis en que no dejaron su país para refugiarse en otro por nada, sino por circunstancias de violencia.

Carlos Edgardo, otro de lo que viajan en la caravana, va en busca de un ingreso para enviar a su familia, pero también de una cirugía de tráquea que requiere.

Pese a su lesión en la garganta y las complicaciones para hablar, no se detuvo y afirmó que ni la Guardia Nacional va a parar a los migrantes que sólo quieren trabajar para darle una vida digna a los suyos.

«Nunca va a detener la migración, porque el problema del país de nosotros está duro, es la falta de trabajo. Él (Trump) nos puede detener a nosotros, pero van a venir otras gentes y otras, miles de gentes, nunca va a poder detener esto», comentó Carlos.

«La economía en el país está pobre, no hay trabajo y sí mucha violencia. Muchos tratamos de salir para sobrevivir a otro lado, así que no va a frenar a nadie, y nosotros queremos trabajo», insistió.

Señaló que las amenazas del Presidente de Estados Unidos no los pueden asustar porque son perseguidos de muchos años.

Sergio Omar, uno más de los migrantes de la caravana, lamentó las acciones de Trump, aunque sostuvo que sí van a entrar a EU y quedarse.

«Por más Donald Trump que sea, no nos va a detener», señaló Sergio.

Un segundo contingente de la caravana llegó ayer a esta ciudad procedente de Matías Rivero, Oaxaca.

Algunos de sus integrantes tienen previsto trasladarse la próxima semana a la Ciudad de México, donde visitarían la Basílica de Guadalupe, para luego continuar su camino rumbo al norte.

La caravana, que desde 2011 se realiza en los días cercanos a Semana Santa con el nombre de Viacrucis del Migrante, provocó este año una reacción inusitada de Trump, que se refirió a ella como una amenaza y demandó a las autoridades mexicanas detenerla.

De hecho, el Presidente estadounidense aseguró que la caravana se detuvo en Oaxaca por su presión.

El Gobierno federal, sin embargo, rechazó haber intervenido para detener a los migrantes, a quienes en cambio otorgó permisos para permanecer en territorio nacional por 20 días.

Luego de permanecer unos días en Matías Romero, integrantes de la caravana decidieron reanudar su camino y dirigirse a Puebla, donde permanecen ahora, con apoyo de grupos de la Iglesia católica y organizaciones civiles.
Éxodo familiar
Isabel Hernández, de 41 años, salió de Honduras en compañía de su hija de dos años y de tres nietos con la esperanza de llegar a Estados Unidos y encontrar ahí la paz que considera imposible en su país.

Llegó ayer a Puebla a las 13:25 horas a bordo de uno de los autobuses que transportaron a integrantes de la caravana de migrantes desde Matías Romero, Oaxaca.

Apenas descendió, se dirigió a la explanada del parque frente a la parroquia de la Asunción en busca de comida para los los niños.

Luego de descansar un poco, relató que su hija mayor, que tiene 22 años, participó en la caravana del año pasado y ya se encuentra en EU.

Los nietos, de 7, 6 y 5 años, fueron víctimas de violencia intrafamiliar.

«El papá de ellos nos hacía violencia, vivíamos en mucha violencia y por eso es que salimos», comentó Isabel.

«Mi hija, la mamá de los niños, se fue por eso, porque también la maltrataba, la violentaba».

Luego del agitado trayecto de la caravana, la hondureña confía en poder reunir a su hija con sus nietos.