La Ascensión del Señor. En este día, 13 de mayo de 2018, celebramos el Domingo 7 de Pascua, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. Hoy también conmemoramos la solemnidad de la Ascensión del Señor Jesucristo al Cielo. Antiguamente esta fiesta se celebraba a los cuarenta días después de la Pascua, de acuerdo con el Evangelio de San Lucas, y correspondía a un día Jueves llamado de la Ascensión. Sin embargo, a partir de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y ante las condiciones del trabajo en la vida moderna, se concedió la posibilidad de trasladarla al domingo siguiente. El sentido profundo de esta solemnidad lo sintetiza el Prefacio propio que dice: “Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a lo más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido”. Hoy también recordamos los 101 años de las apariciones de la Virgen de Fátima, en Portugal,
El mandato misionero. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (16, 15-20) el cual empieza así: “Se apareció Jesús a los Once y les dijo: ‘Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”. Se trata del mandato misionero del Señor Jesucristo Resucitado, el cual especifica el anuncio del Evangelio a toda creatura, así como la enseñanza de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación. Se promete, además, a los discípulos la facultad de hacer prodigios que apoyen y confirmen su predicación misionera. Jesús resucitado pone en acción a sus discípulos con la tarea evangelizadora, que ya habían aprendido de él durante su ministerio en esta tierra. Como Jesús lo había realizado, los discípulos llevarán a cabo su misión con palabras y con acciones que combatan al mal y sanen todo sufrimiento humano. Su finalidad consiste en ofrecer a todo ser humano la oportunidad de gozar la felicidad que sólo Dios ofrece.
Jesús ascendió al cielo. El pasaje evangélico prosigue: “El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían”. Se trata de la Ascensión de Jesús al cielo y su entronización a la diestra de su Padre Dios. La humanidad resucitada de Jesús adquiere su plena ciudadanía en el cielo, de donde había salido su divinidad para tomar carne del seno de María, por obra del Espíritu Santo. El cielo es la casa del Padre y en ella hay muchas habitaciones, como enseña el mismo Jesús. La expresión bíblica «Sentarse a la derecha de Dios» es una forma de afirmar la soberanía de Jesús sobre el universo y sobre la historia. Con la Ascensión empieza el tiempo de la Iglesia, tiempo de extender a todos los pueblos la misión que el Maestro había realizado en Israel. Se trata de una dolorosa y simbólica despedida. Jesús ya no estará físicamente aquí en la tierra curando, liberando y dando vida. Ahora, es el momento de la acción de los Apóstoles y, junto con ellos, de todos los discípulos, es decir, de toda la Iglesia. Es el tiempo de que emerja la Iglesia como espacio de nueva humanidad convocada por la vida de Jesús y, sobre todo, por su Muerte y Resurrección. Es necesario anunciar el Evangelio para suscitar la fe de los que escuchan y otorgarles el bautismo de salvación. Con su Ascensión, Jesús despierta la sed de eternidad que todo ser humano lleva dentro de sí. La esperanza de la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro, constituyen los últimos artículos de nuestra fe católica.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa