Jesús resucita y sana. En este día, 1 de julio de 2018, celebramos el domingo 13 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. Hoy también es una fiesta cívica para nuestro país ya que con nuestro voto elegiremos al Presidente de México, al Gobernador de Veracruz, a los Senadores, a los Diputados federales y locales. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (5, 21-43), el cual narra dos milagros de Jesús: la resurrección de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, y la curación de una mujer que tenía flujo de sangre desde hacía doce años. La divinidad de Jesús es el tema de fondo de este evangelio, ya que la muerte y la enfermedad aparecen bajo su señorío. El texto del Libro de la Sabiduría (1, 13-15; 2, 23-24), que aparece en la primera Lectura, afirma que “Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Dios creó al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo; más por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen”. El relato evangélico se ubica a la orilla del lago de Galilea, donde Jesús había llamado a sus primeros discípulos pescadores y desde donde había predicado el sermón de las parábolas.
La hija de Jairo. La narración continúa diciendo que se acercó a Jesús uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Se trataba de un personaje importante, que tenía fe en el poder de Cristo: “Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: ‘Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva’. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba”. Como Jesús tardaba en llegar a la casa de Jairo, debido a la curación de la hemorroisa, algunos de sus criados llegaron a decirle: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Entonces Jesús le dijo a Jairo: “No temas, basta que tengas fe”. Jesús no permitió que le acompañaran más que sus tres discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan: “Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: ‘Óyeme, niña, levántate’. La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña”. Jesús calla la boca a las plañideras que terminan siendo testigos de su poder divino para devolver la vida.
La mujer enferma. El segundo personaje del relato evangélico es una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Exactamente la edad que tenía la hija de Jairo, lo cual quiere decir que cuando esa niña nació la mujer hemorroisa comenzó a sufrir su enfermedad y ahora Jesús las favorece a ambas: a la niña le devuelve la vida mientras que a la mujer le concede la salud y la dicha de superar su impureza ritual: “Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: ‘¿Quién ha tocado mi manto?” A pesar de los repelos de sus discípulos, Jesús siguió mirando a su alrededor, para descubrir quién había sido: “Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: ‘Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”. Esta mujer, por sus hemorragias, era impura ante la Ley de Moisés y no debía entrar al templo ni socializar con la gente. Por eso manifiesta tanto miedo cuando se ve descubierta por Jesús. En este pasaje el tema de la fe es esencial. La curación no es un acto de oportunismo ni de magia, sino de fe, de reconocimiento del señorío y del poder de Jesús.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa