Lugar:
Fuente:
Crónica del Poder

La multiplicación del pan. En este día, 29 de Julio de 2018, celebramos el Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Juan (6, 1-15), el cual describe el milagro de la multiplicación de los panes, realizado por Jesús, e inspirado literalmente en una narración similar protagonizada por el profeta Eliseo (2Re 4, 42-44). De este relato primitivo, Juan ha conservado la precisión de que se trataba de panes de cebada, pero añade detalles que evocan el episodio de Moisés alimentando al pueblo de Dios durante el Éxodo. Jesús actúa como un nuevo Moisés y se le aclama como al profeta por excelencia. Sin embargo, el pan que da aquí Jesús es el símbolo de la Sabiduría que él ha comunicado a la humanidad, como él mismo explicará más adelante en el discurso de Cafarnaúm.

San Juan Evangelista. El capítulo 6 del Evangelio de Juan es una unidad literaria que consta de un doble signo, la multiplicación de los panes y el caminar sobre el mar; y de un discurso explicativo que ofrecerá Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. En este discurso se concentran una serie de temas esenciales: la persona de Jesús como fuente de vida y el misterio redentor en la Encarnación y en la Cruz, misterio que se condensa en la Eucaristía. El texto evangélico que hoy se proclama, constituye una hermosa y dura lección que nos da Jesús ya que se preocupa de las necesidades del alma y del cuerpo, es decir, de toda la persona humana. Jesús viendo a la muchedumbre en torno a él juzga necesario, ante todo, darles de comer. Lo dice a sus discípulos y éstos se asustan. Entonces, con los cinco panes y los dos pescados que llevaba un muchacho realiza el milagro de la multiplicación de los panes y de los pescados. Sin embargo, Juan prefiere llamar “signo” al milagro porque es la expresión sensible de una realidad más profunda, esto es, de la Eucaristía, del Pan de Vida que es el mismo Jesús y que se nos seguirá presentando como tal en los siguientes versículos del capítulo 6 de su Evangelio. Por eso, Jesús huye de la multitud que sólo percibe la satisfacción corporal.

Compartir el pan. Jesús se compadece de la multitud que ya tenía hambre y, por eso, además de alimentarlos con su Palabra divina les multiplica también el alimento material, es decir, los cinco panes y los dos pescados. Se trata de una lección para sus discípulos de todos los tiempos. De hecho, la Iglesia Católica se ha dedicado durante dos mil años a dar de comer a los pobres y a atender a los ancianos, enfermos y marginados, juntamente con el anuncio de la buena noticia del Reino de Dios. Compartir los propios bienes con los más necesitados es un signo de amor y solidaridad que la Iglesia realiza en muchas partes del mundo, por medio de la Pastoral Social o de la Caridad, a través de CÁRITAS y de muchas otras de sus instituciones parroquiales, diocesanas, nacionales e internacionales, religiosas y laicas. De esta manera, la Iglesia se ha hecho siempre presente y se ha sumado a los esfuerzos de los Gobiernos y de algunas Instituciones altruistas de beneficencia pública y privada. Recordemos, además, que para los primeros cristianos la Eucaristía no era sólo una liturgia, sino también un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los más necesitados. San Justino, que vivió en el siglo segundo de nuestra era cristiana, describe en uno de sus escritos la manera como se celebraba la eucaristía dominical, y agrega que cada uno de los participantes daba de lo que poseía para socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que sufren por enfermedad o por otra causa, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso y a cuantos estaban necesitados. San Cipriano, obispo de Cartago, reprochaba así a una rica señora: «Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica y vienes a la Cena del Señor sin ofrecer nada. Con esa actitud egoísta suprimes la parte de la ofrenda que pertenece a los pobres». El pan de la Eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo, nos impulsa al encuentro con Jesucristo y a la solidaridad con todos.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa